Existe una literatura que logra tocar las fibras más sensibles de nuestra alma, lecturas que nos atrapan de principio a fin llevándonos en una montaña rusa de emociones conocidas o tal vez desconocidas por nosotras hasta entonces, libros que al leer la última línea y cerrarlos nos dejan inmóviles con los sentimientos a flor de piel, en una maraña de encuentros desencuentros y reflexiones, en este nivel de sensibilidad fuerza actualidad y cruda realidad se encuentra la contemporánea narrativa femenina, obras salidas magistralmente de la pluma de autoras que escriben de lo que saben, porque quién mejor que las mujeres para hablar de las propias mujeres?
Entre las páginas de los libros se encuentran las más grandes verdades de la existencia humana, reflejo fiel de nuestro interior y de la fracturada sociedad en la que vivimos, Cometierra de Dolores Reyes ( 2019) y El Eterno Verano de Liliana de Cristina Rivera Garza 2021) son de esas lecturas que denuncian, que nos impactan y nos estremecen haciéndonos sentir el infernal dolor del rechazo, la discriminación, el abandono, las desapariciones y los feminicidios; pero también la indignación ante la impunidad a la vez que son generadoras de conciencia, solidaridad, sororidad y lucha.
“Del dolor nace la obra y el arte es una herida hecha luz” nos recuerda a menudo la escritora española Rosa Montero, históricamente las mujeres hemos tenido el rostro, el cuerpo y la vida atravesada por el sufrimiento de la opresión, la desigualdad y la violencia.
Hace años una amiga mía y editora del periódico para el que yo escribía en ese entonces, me dijo que mis palabras escritas eran mi voz más fuerte, y tenía razón!, hoy más que nunca nuestras letras hablan por nosotras, nos representan, nos definen, nos defienden, nos liberan.
Además de la violencia de género que a todas en general tanto nos lastima, existe otra triste realidad que pincha que corta que duele y que marca la vida de algunas mujeres, y es la compleja y en ocasiones devastadora relación materno filial.
Es verdad que no todas las mujeres somos madres, pero sí, todas somos hijas, y aunque la madre es el primer contacto humano y el primer vínculo afectivo que se tiene, la relación con ella en un desconocimiento e incomprensión mutua puede llegar a ser muy complicada para muchas.
De este complejo tema y de los claroscuros de las diversas maternidades, nos hablan escritoras geniales en obras como La Solterona, Madres e Hijas, Como Agua para Chocolate, Apegos Feroces, Casas Vacías, La Hija Oscura, y próximamente Las Abandonadoras; en estas y en otras más se muestra la maternidad misma vista, sentida, gozada y sufrida expresándose sin filtros desde las propias vivencias de las mujeres.
Existe un dolor de ida y vuelta entre madres e hijas que en algún punto del camino en más de un sentido se separan, perdiendo lo sublime del amor que alguna vez las unió,….“mi madre mi enemigo declarado, mi primer amor” nos dice y nos impacta Kate Zambreno, autora de Mi Libro Madre Mi Libro Monstruo, donde cuestiona la domesticidad de su madre presente-ausente, y reflexiona sobre la capacidad de acompañamiento que tiene la escritura,la fotografía y la memoria.
Irónica, difícil y dolorosa es la situación de las hijas que en las vueltas de la vida como bien dice Marcela Lagarde, terminan siendo madres de sus madres, y lo es peor cuando existe un profundo desamor recíproco, …“Ahora me parece que esto de que se le olviden las cosas le conviene, que no quiere acordarse de las cosas que ha dicho y hecho. Me parece injusto que pueda quitarse el pasado de la cabeza mientras que yo la tengo a rebosar de pasado todo el tiempo”…dice Antara hija de una madre con alzheimer en la novela Azúcar Quemado de Avni Doshi ¿Cómo se atiende a una persona que te relegó a los márgenes? ¿Cómo te haces cargo de alguien que nunca se ocupó de ti?
Por un lado, el maltrato, el acoso, el terrorismo de pqreja como lo nombra Cristina Rivera Garza, los feminicidios y muchas otras dolencias nos aquejan; por el otro, la figura de nuestra madre está presente para bien o para mal a lo largo de la vida, y la literatura en su generosa dualidad nos ofrece la posibilidad de escribir y de leer para recordar o para olvidar, cada una decide.
Como amantes de las letras las mujeres podemos disfrutar de una buena literatura escrita por hombres, sin embargo, leer a nuestras iguales, es como asomarnos a la cristalina agua de una laguna y encontrar nuestro reflejo acompañado por el de muchas otras, es saber que nuestros miedos, deseos, sufrimientos y goces siempre han estado y están acompañados!
“Escribid mujeres escribid, porque durante muchos siglos se nos fue prohibido”
Virginia Woolf
Galilea Libertad Fausto
Créditos de la fotografía: Ana Regina García
Últimamente, la juventud usa una frase en Inglés para describir este tipo de relación entre una madre y su hija, ‘the mother wound’ (la herida de la madre). La herida de la madre es el dolor y trauma que carga una madre y se lo pasa a su hija, y si la hija no sana, el ciclo se repite. Comprendo que para muchas es difícil aceptar que tenemos que sanar el dolor que nos heredaron nuestras madres para romper el trauma generacional. El la película de Disney “Encanto,” podemos observar con mucha atención como la abuela les pasó su dolor a sus hijas e hijo, incluyendo sus nietas y nietos. Lo sorprendente fue que al final ella se dió cuenta de sus errores, pidió perdón a su familia y empezó hacer cambios. El mensaje de esta película puede ser la inspiración de el comienzo de una generación más consciente de sí misma en el hogar. Si todas nos pusiéramos a reflexionar en nuestra manera de ser, comenzaríamos a descubrir y formar nuestra identidad, y compartiendo nuestro conocimiento entre nosotras aprenderíamos habilidades para decidir el tipo de ejemplo que queremos ser en la vida de nuestra descendencia.
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