El "nunca la guerra" va más allá del "no". Tiene claro que no hay guerras justas o injustas. Rechaza que la guerra sea la continuidad de la política por otras vías. Ese rechazo ha de cocerse a fuego lento en las mentes, ha de cocerse vaciando los arsenales de armas. Pues no es la disuasión lo que puede salvarnos sino el vaciamiento de los arsenales, mostrando así la voluntad de negociar sin chantajes. Medio millón de refugiados dice la organización de Naciones Unidas que han salido ya de Ucrania. Tras siglos en los que podíamos haber aprendido que la paz ha de prepararse, no estando en pie de guerra sino en pie de paz. ¿Cuántas veces vamos a tropezar con la misma piedra, a saber, pactar un acuerdo tras miles de muertos? ¿por qué no antes de los muertos? Ayer lunes comenzaron negociaciones en Bielorrusia. Las partes, dicen, son escépticas hacia un posible acuerdo. No son las condiciones las que fallan. Es la inercia mental. No hay nada que no pueda ser inventado, acordado, decidido por las partes. La esperanza hoy radica en Rusia mismo, en la cantidad ingente de voces que están elevándose contra esta invasión.
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