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sábado, 26 de septiembre de 2020

El androcentrismo científico: el obstáculo para la igualdad de género en la escuela actual 1/5




 La reivindicación en favor de la educación fue una de las primeras reclamaciones invocadas por las mujeres como medio para incorporarse al espacio público y así lograr independencia y autonomía personal. El acceso a la formación académica lleva implícito dos grandes hitos en la historia de las mujeres: por un lado, la posibilidad de acceso a trabajos de mayor cualificación que los que tradicionalmente realizaban las mujeres en la industria o en la agricultura, pasando a ocupar trabajos de «cuello blanco», y el segundo gran hito será el reconocimiento social de las potencialidades intelectuales de las mujeres, al mismo tiempo que se reforzaba su autoreconocimiento como individuos de pleno derecho. El acceso a la educación institucional trajo consigo un hecho que cambiaría la vida de las mujeres en occidente como fue el ingreso imparable de las mujeres en todos los ámbitos sociales y, desde entonces, la lucha por el reconocimiento de sus aptitudes para desempeñar cualquier puesto en los diversos espacios sociales no ha dejado de oirse. El colectivo que formaba parte de este primer paso en la incorporación femenina al sistema educativo estaba formado, sobre todo, por mujeres burguesas que pretendían formar parte de la fuerza laboral de sus respectivos países. Es por ello que, tal y como señala Evans (1980), las mujeres de las clases medias del siglo XIX fueron las que más presionaron para que se mejorase la situación educativa del colectivo femenino. 

Desde las primeras reivindicaciones a favor de la educación de las mujeres hasta nuestros días, la relación entre el sistema educativo y el género femenino se ha ido modificando enormemente al haberse conseguido muchas de las demandas que se venían exigiendo, desde el movimiento sufragista y radical del siglo XIX, como necesarias para la igualdad sexual y que están ya conseguidas en los países occidentales como son, por ejemplo: que el número de alumnas en la enseñanza obligatoria es igual al de alumnos; la legislación educativa no discrimina por razón de sexo; la capacidad intelectual de las mujeres ha quedado suficientemente probada, así como su interés por poseer una formación apropiada, tal y como demuestran los índices de nivel de éxito escolar. 

Podríamos afirmar, ante la descripción de esta situación, que no existe discriminación en el sistema escolar, y que la existencia de desigualdades sociales entre los sexos es un problema que no concierne a la institución escolar, ya que es en otro tipo de organizaciones sociales en las que se desarrollan estos hechos. Hacer hincapié en que la institución escolar no discrimina por razón de sexo y que es la sociedad la que lo hace. Por ejemplo cuando el empresariado no contrata a mujeres, o cuando lo hace es a costa de un sueldo inferior por el mismo trabajo; que en los cargos públicos y de responsabilidad no exista una equidad de género; que sean las mujeres las que trabajen en empleos de menor consideración social; que sean éstas las que atiendan el espacio doméstico-familiar en detrimento de su incorporación al espacio público, son argumentos que esgrimen quienes afirman que la discriminación está fuera del ámbito escolar. Pero no podemos olvidar ni negar que la institución escolar es quien educa a los futuros empresarios y empresarias, a quienes se dedican a la política, a la representación sindical o son personas que trabajan con o sin salario; finalmente, a la totalidad de la ciudadanía. 

El alto rendimiento académico de las alumnas hace suponer que éstas no están discriminadas en las instituciones escolares; todo lo contrario, parecería evidente que son éstas y no sus compañeros varones las que más provecho sacan del sistema educativo, pero como señala Marina Subirats: «la discriminación no incide en los niveles de éxito escolar, sino en el nivel de formación del género, devaluando la personalidad femenina de tal manera que las niñas interiorizan su papel secundario y su inseguridad en el mundo público, y ello, incluso en el caso de que sean alumnas extraordinariamente brillantes». Es el aprendizaje de que su valía para lo privado es mayor que para lo público, o que sus intereses han de estar abocados al cuidado y la atención de los otros, que sus cualidades como mujeres se construyen sobretodo en el mundo de la enseñanza, la enfermería, el secretariado, es decir, en la relación con los otros y su cuidado les aboca irremediablemente a una elección curricular y, por ende, profesional determinada por la segregación sexual.


Ana Sánchez Bello

Universidade de A Coruña

https://redined.mecd.gob.es/xmlui/bitstream/handle/11162/11698/20756-20680-1-PB.pdf?sequence=1&isAllowed=y

 

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