Que lo esencial deje de ser invisible:
Construyendo alternativas solidarias de futuro
La crisis del COVID-19 supone un importante desafío para nuestras sociedades y nos interpela como personas y como organizaciones, no sólo en lo que se refiere a la gestión de esta pandemia de carácter global, sino también en el futuro que está por venir.
Se están produciendo cambios relevantes en las prioridades, en la economía, en la política y en la sociedad en su conjunto. Parece evidente que nada volverá a ser igual que antes de esta crisis. Esta situación global e inédita está llena de riesgos, pero también de oportunidades y nos obliga a redefinir el modelo económico, político, social y nuestro vínculo con el medio ambiente.
En estos momentos de incertidumbres y cambios, albergamos tanto el miedo como la esperanza y se muestra como primordial proteger la democracia de las tentaciones autoritarias, de la polarización y de los discursos de odio que pretenden dividir y enfrentar a la ciudadanía.
Donde parece que existe un mayor consenso es en la necesidad de hacernos cargo de nuestra vulnerabilidad e interdependencia, en la importancia que han cobrado las labores de cuidado de la vida en este contexto.
Sabíamos que las mujeres son las que se ocupan mayoritariamente de las tareas del cuidado y del sostenimiento de la vida, sin embargo es necesario recordar que representan el 70% del personal sanitario en el mundo y el 80% de los servicios de enfermería. Ellas han sido vitales en la planificación y reorganización del sistema sanitario para atender el incremento de personas contagiadas. La rapidez y eficacia con que han actuado ha salvado muchas vidas y ha sido una labor posible gracias a la implicación y el compromiso de todo el personal sanitario, en todos los niveles, colaborando codo a codo, conscientes de su gran responsabilidad.
Porque sabemos que una sociedad es más segura cuando es menos desigual, debemos prestar atención a cómo esta crisis está agudizando la situación de vulnerabilidad de muchas personas, privándolas de una vida digna. Esto hace que sea especialmente difícil afrontar una situación como esta para determinados colectivos: personas refugiadas, mujeres que sufren violencias machistas, migrantes en situación administrativa irregular, familias monomarentales, o aquellas personas que viven en zonas en conflicto…
Adicionalmente el impacto económico de la pandemia también está afectando de manera más intensa a las mujeres, porque ellas son las que tienen los trabajos más precarizados y son estos los primeros que desaparecen con la crisis. Proteger los derechos de las mujeres y las niñas es una tarea esencial para contener el avance de las desigualdades en nuestras sociedades, especialmente en este contexto.
La ola de solidaridad que ha surgido, es uno de los rasgos positivos de esta pandemia. Miles de personas alrededor del mundo han apoyado activamente a las personas mayores, han reconocido públicamente al personal sanitario y de servicios complementarios que han permitido que la vida continúe en el confinamiento. La solidaridad que se ha tejido será clave para dar forma al mundo que viene.
La paz genuina se construye garantizado la satisfacción de las necesidades de las personas y el derecho a vivir una vida digna con acceso a la salud, la educación, la vivienda; se trata de una seguridad centrada en las personas.
El reconocimiento de nuestra interdependencia como seres humanos, que formamos parte de una misma comunidad, y nos interpela para buscar una solución global a esta crisis sistémica. Se trata de asumir nuestra vulnerabilidad como seres humanos que nos debería llevar a promover políticas orientadas a proteger la vida.
Incorporar las aportaciones del feminismo, del pacifismo y del ecologismo nos dotará de un conjunto de saberes imprescindibles para imaginar un futuro común que, haciéndose cargo del miedo, la vulnerabilidad, la incertidumbre y la duda, nos permita construir lo colectivo.
Deseamos que, al menos, la experiencia de esta pandemia nos ofrezca la posibilidad de incorporar aprendizajes, activar valores solidarios, reevaluar nuestras prioridades y transformar nuestros hábitos de modo que nos sintamos interpelados a colaborar en la construcción de un mundo más justo, inclusivo, solidario y sostenible. No hay nada más transformador que convocar la esperanza y el optimismo en un proyecto colectivo y común de futuro.
Queremos sumar iniciativas positivas, sumar propuestas de las que nos gustaría formar parte. Compartir valores y replicar mensajes que promuevan la cooperación y el compromiso con el cuidado de nuestro planeta. Iniciativas de “construcción de comunidad”, redes, conectar y generar vínculos entre personas y organizaciones que ante esta crisis sin precedentes han optado por:
Sumar,
proponer,
dialogar,
imaginar,
explorar,
cooperar,
proteger,
cuidar,
construir alternativas
para un futuro común.
Mayo 2020
Una campaña de CEIPAZ, Mediación internacional-CEIPAZ, DEMOSPAZ, Fundación Cultura de Paz, WILPF España y la Cátedra UNESCO en Educación para la Justicia Social.
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