Pintura de Angelica Kauffmann |
Sororidad (del latín soror, sororis, hermana, e -idad, relativo a, calidad de; en francés, sororité, en italiano sororitá, en español, sororidad y soridad, en inglés, sisterhood); enuncia los principios ético-políticos de paridad, ausencia de jerarquía patriarcal, y relación paritaria entre mujeres. Términos relativos: sororal, sórica, sororario, en sororidad. Se asemeja al affidamento enunciado por el Colectivo de la Librería de Mujeres de Milán, al propiciar la confianza y el apoyo entre las mujeres.
La sororidad es una dimensión ética, política y práctica del feminismo contemporáneo. Es una experiencia subjetiva de las mujeres que conduce a la búsqueda de relaciones positivas y a la alianza existencial y política cuerpo a cuerpo, subjetividad a subjetividad con otras mujeres, para contribuir a la eliminación social de todas las formas de opresión y al apoyo mutuo para lograr el poderío genérico de todas y el empoderamiento vital de cada mujer.
La sororidad es la conciencia crítica sobre la misoginia, sus fundamentos, prejuicios y estigmas, y es el esfuerzo personal y colectivo de desmontarla en la subjetividad, las mentalidades y la cultura, de manera paralela a la transformación solidaria de las relaciones con las mujeres, las prácticas sociales y las normas jurídico políticas.
Enfrentar de esta manera la misoginia implica el poder y la libertad de pensamiento que permiten abandonar críticamente los valores, prejuicios y estereotipos patriarcales con los que, de manera tradicional y conservadora, nos aproximamos a las otras y a nuestro género. Este cambio impacta de inmediato el contenido de pensamientos, juicios, interpretaciones, ideas y afectos sobre mujeres específicas y sobre el género. Quien lo hace mejora su autovaloración y su autoestima de género. La mirada a las otras mujeres se finca en conocimientos más certeros que se convierten en recursos de comprensión.
Quien desmonta su misoginia está en condiciones de modificar las formas de comportamiento y de relación entre mujeres al eliminar prejuicios de supremacía propia y la mirada hostil a la otra y, en cambio, considerar a la otra sin discriminación, sin hostilidad, celos y envidia.
Como la misoginia es el otro lado del machismo (Lagarde, 1996), la secuencia de impactos que conlleva desmontarla afecta la percepción de “el hombre” -el abstracto androcéntrico- , de los hombres concretos y de lo masculino, los cuales, por efecto de la valoración femenina, pierden plusvalor. “El hombre” desaparece cuando la visión del mundo deja de ser androcéntrica y cada mujer puede ver el mundo desde sí misma y desde su género (Rivera Garretas, Ma. Milagros, 1994) y, de manera crítica refuta la supremacía y la centralidad del hombre como símbolo universal de la humanidad.
Estos procesos son posibles si se desarrollan en las mujeres valores positivos sobre las mujeres y el género, sobre lo femenino y sobre la mujer como símbolo abstracto.
Al desmontar la misoginia la mirada hacia las mujeres y lo femenino cambia de manera significativa y la valoración positiva de las mujeres emana de la experiencia. Conocer las vicisitudes que enfrentamos las mujeres para cumplir el deber, ser aceptadas y reconocidas como mujeres en el mundo o para resistirnos, rebelarnos y cambiar, nos permite comprender a las otras.
De esta aproximación a las mujeres emergen cualidades de prestigio, estatus y poder inexistentes previamente y de ellas emanan cualidades de autoridad (CLMM, 1991) personal y colectiva. Adquieren un valor extraordinario los conocimientos, las habilidades y los aportes de las mujeres a sus propias vidas y a las de otros, a la sociedad y la cultura, y a procesos concretos de sexualidad, socialidad, economía y aculturación históricamente femeninos.
Las mujeres que se introducen en el camino de desmontar la misoginia lo hacen porque viven la eliminación de la automisoginia y sus huellas en su subjetividad y su cuerpo, su autoidentidad y su autoestima de género. Por eso pueden percibir con empatía a otras mujeres.
Las guías y objetivos ético-políticos de la sororidad son:
a) La identificación entre mujeres como semejantes. Más parecidas, mientras mayores son las coincidencias de condiciones de edad, generación, opción sexual, clase social, etnia, formación cultural, ideología, posición y actuación política, opción religiosa, nacionalidad y otras más. Semejanzas con estos contenidos abren cauces a la identificación positiva entre mujeres por su pertenencia al sexo femenino y el género de las mujeres.
b) La necesidad de la alianza de género para establecer entre las mujeres lo que se exige a la sociedad: la valoración de las mujeres a partir del reconocimiento de la igualdad y la diferencia, la diversidad y la especificidad, con base en los derechos humanos de las mujeres acordados en la última década del siglo XX.
c) La defensa ante ataques, agresiones y cualquier forma de violencia y maltrato o irrespeto a nuestros derechos humanos, y la eliminación de la autocomplacencia, la victimización y la opresión de las mujeres.
d) La difusión del feminismo y el logro de su incidencia social, cultural, jurídica y política es vínculante en la alianza sororal. Enfrentar el antifeminismo -forma fundamentalista de la misoginia política-, y avanzar al hacer visibles los aportes del feminismo a la modernidad y su impacto en los avances reales de las mujeres.
e) La sexualidad femenina, tan potente y prodigiosa, ha sido desvalorizada y naturalizada para eliminarla como soporte político de la poderosa condición sexual y de género de las mujeres. Es central el reconocimiento entre mujeres de la legitimidad de la sexualidad propia y de la sexualidad de las otras como vía de la resignificación de la condición humana de las mujeres
http://www.mujerpalabra.net/conoce_a/pages/marcelalagarde/ElFeminismoenmiVida_marcelalagarde.pdf
http://www.mujeresnet.info/2015/04/palabrafeminista-sororidad.html
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