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jueves, 12 de enero de 2017

Género, educación superior y mercado laboral



Las políticas e incentivos para la participación de las mujeres en las instituciones de Educación Superior  han incrementado significativamente la matriculación femenina en todas las regiones del mundo, excepto en el África Subsahariana. En muchos países se ha alcanzado la paridad o se la ha
superado, pero solo en la matriculación. Los países con mayor PIB per cápita han alcanzado o superado la paridad, excepto en el caso de Japón.

Persiste la discriminación vertical y horizontal en las instituciones de ES, hay segregación por carreras y por niveles de jerarquía, por lo que sigue registrándose la feminización de algunas áreas de estudio y existe un clima ‘frio’ a la inclusión de las mujeres en las carreras que ‘tradicionalmente’ tienen una mayoría de alumnado masculino.

Existen dos paradojas respecto a la inserción laboral de las mujeres, ya sea dentro como fuera de las instituciones ES: 
1) el crecimiento económico por sí solo no garantiza la equidad de género; 
2) la educación ni las medidas normativas garantizan la igualdad de género, pero son importantes para ampliar las oportunidades de las mujeres. Tanto en países con mayor PIB per cápita como en los que registran los niveles más bajos, no se ha alcanzado la paridad en la oportunidad de participación económica de la mujer.

En relación con lo anterior, en las instituciones de ES sigue la misma tendencia, incluso en los países con mayores niveles de crecimiento económico y desarrollo humano, el plantel docente y jerárquico es mayoritariamente ocupado por hombres.

Esto plantea que además de superar las brechas económicas y académicas, para romper el llamado‘techo de cristal’ se requieren, además de políticas y normas, estrategias de implementación de mecanismos que generen cambios culturales y sociales tanto en los niveles jerárquicos como en la base, como ser campañas de sensibilización dirigidas no solo a los hombres sino en particular a las mujeres de mandos medios que paradójicamente por razones culturales y a veces hasta raciales generan un ‘clima frío’ para que sus pares mujeres sean promovidas.

Se requieren más estudios que relacionen barreras culturales, raciales y otras de orden social y económico con los pálidos avances en la distribución por carrera y en la práctica profesional tanto dentro como fuera de las instituciones de ES. En especial aquellos temas referidos a los derechos humanos, justicia económica y tiempo destinado al cuidado, y en todos los aspectos que se manifiestan e inciden en la forma de “obligaciones, deudas, deberes, controles y limitaciones” (Bourdieu cit. en Blum 2013). Esto con el fin de encontrar espacios y medios que permitan cambiar la praxis individual y colectiva al respecto.

Cristina Karen Ovando Crespo Universidad Mayor de San Simón Bolivia

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