Nosotras, integrantes de organizaciones de mujeres
y activistas feministas de varios países de América Latina,
reunidas en Río de Janeiro, en mayo de 2016, en el marco
del Seminario “De Aquí Para Allá – el derecho de las mujeres
a las ciudades”, afirmamos que no existe ninguna
ciudad inclusiva, justa, sostenible y segura, sin la igualdad
y el respeto de los derechos de las mujeres desde una mirada
integral, plural, compleja que abarque las dimensiones
de clase, raza, etnia, orientación sexual y discapacidad.
Sabemos que vivir en grandes centros urbanos implica
grandes contradicciones, sufrimientos y oportunidades.
Una gran ciudad propone innumerables posibilidades. Promesas
de cambio, educación, salud, renovación, una vida
mejor. Sin embargo, la otra cara de la moneda no tarda en
aparecer en la forma de violencia, tráfico, transporte inadecuado,
vivienda deficiente y falta de saneamiento y agua
potable. Grandes periferias crecen más allá de las fronteras
de las ciudades y van dando lugar a comunidades
marginales, suburbios y ciudades periféricas. En general,
son las poblaciones históricamente excluidas quienes habitan
estos territorios fuera de los límites de las grandes
ciudades y como la pobreza tiene sexo, raza y etnia, estas
poblaciones son, en su gran mayoría, integrada por mujeres,
y entre ellas, las mujeres negras e indígenas.
Destacamos que el documento a ser acordado por
los gobiernos en la Conferencia Mundial – Hábitat III –
debe considerar e incluir a la ciudadanía en toda su diversidad.
La invisibilidad de las mujeres negras e indígenas,
en el documento presentado hasta ahora, el Borrador Zero,
es inaceptable. Nosotras, las feministas en Latinoamérica,
consideramos esencial que al pensar las ciudades se incorporen
las herramientas proyectuales, de planificación
y construcción de las ciudades, la diversidad de género,
asi como la diversidad de ciudadanos/as que habitan el
espacio urbano.
En el espectro de la diversidad de las mujeres tenemos
que hoy, más que nunca, a la luz de las crisis, guerras
y problemas climáticos, considerar fuertemente el tema de
las migrantes y las refugiadas, cuya pérdida de sus lugares
de origen las hacen extremadamente vulnerables y expuestas
a la discriminación por diversas razones.
La Nueva Agenda Urbana debe tener en cuenta el
impacto de los grandes emprendimientos y de las acciones
de las grandes corporaciones nacionales y globales
sobre el deterioro de la calidad de vida de las mujeres y
sus comunidades, que causan cambios tales como la migración
forzada, el acceso restringido a los recursos naturales
como el agua, el aumento en los costos de la vivienda,
la discriminación en el acceso a puestos de trabajo,
formal y informal, el incremento de los índices de violencia,
tanto en la familia como en las comunidades, entre otros
factores relacionados. Es necesario que la Nueva Agenda
Urbana haga hincapié en la necesidad de la rendición de
cuentas de las empresas y corporaciones cuyos resultados
provocan la vulnerabilidad social de las comunidades
y su medio ambiente, facilitan el empleo precario y mano
de obra barata y otras violaciones de los derechos humanos
de las mujeres.
No es posible aceptar más el vivir con la ausencia de
algunos derechos o con el acceso a derechos parciales.
Cada día, caminamos el suelo latinoamericano aportando
al desarrollo de la economía de la región y tratando de contribuir
para el crecimiento de nuestros países y ciudades.
En pleno siglo XXI, es hora de incluir, con énfasis e integridad,
nuestros derechos en la agenda de Hábitat III –
Conferencia de las Naciones Unidas de la Vivienda y el
Desarrollo Urbano Sostenible, 2016, en Quito.
El derecho a una vivienda digna es importante, pero
es esencial que la vivienda tenga acceso a agua limpia
y saneamiento, derechos básicos que en la mayoría de
nuestras ciudades no son respetados. Afirmamos que las
consecuencias de la falta de estos servicios terminan siendo
responsabilidad, como siempre, de las mujeres, aumentando
la carga en las horas diarias de trabajo y provocando
la reducción de sus oportunidades, con enormes costos en
su calidad de vida y en su salud. Además, la inseguridad
en la tenencia empobrece a las mujeres en su autoestima y
posibilidad de progreso para ella y su familia. Las mujeres
y las comunidades empobrecidas han sido abandonadas
en colinas, laderas, en territorios distantes, desarrollando
con creatividad y perseverancia estrategias de adaptación
y resiliencia ya que los gobiernos han fallado en responder
a estas demandas.
Una vivienda digna debe tener cerca guarderías, escuelas, centros de salud y otros servicios urbanos para
que las mujeres, sabiendo que son las encargadas del
cuidado de hijas, hijos y toda la familia, puedan tener acceso
a servicios públicos de calidad, como la educación
y la salud; que no necesiten hacer grandes traslados en
la ciudad, ir de aquí para allá y trazar los diversos caminos,
haciendo esfuerzos para coordinar tiempos, entre
casa, trabajo, escuela, y cuidados de terceros. Esto sucede
porque el cuidado de los integrantes de la familia
continúa a cargo de las mujeres, perpetuando una división
sexual desigual e injusta del trabajo. Afirmamos, entonces,
que es necesaria una planificación urbana local
que incorpore servicios de cuidado a partir de una perspectiva
de género, liberando el tiempo de las mujeres y
creando oportunidades para aportar a una mayor autonomía
económica.
Colectivos lleno de gente, autobús lleno de gente,
tren lleno de gente, metro lleno de gente. Manos lascivas
y el acoso también viajan en el transporte público de Latinoamérica.
La Nueva Agenda Urbana debe garantizar un
transporte accesible y seguro como pieza incondicional
para la movilidad de las mujeres, porque en las ciudades
viven un acceso centralizado a los bienes comunes, comercializados
y privatizados. Los desplazamientos en las
ciudades son más complejos para las mujeres que para
otras personas, con trayectos diferentes marcados por
la división sexual del trabajo y por los comportamientos
paternalistas que implican conductas machistas que las
mujeres viven en asedios permanentes en las calles y en
el transporte público, lo que hace necesario la construcción
de ciudades multi-centrales, con viviendas seguras,
movilidad y accesibilidad y proximidad de servicios.
¡Sentirse segura es fundamental! La violencia sigue
mayoritariamente siendo puertas adentro, pero la que se
experimenta en las ciudades, genera temores y restringe
libertades. En general, las calles, sobre todo en las periferias,
son oscuras, sin aceras, con la basura acumulada
y sin seguridad. El miedo a agresiones y asedios que
acompaña a las mujeres en su vida diaria, limita sus derechos
ciudadanos y se suma a las acciones del tráfico
de drogas, la violencia policial, la intolerancia religiosa y
la violencia doméstica.
Reafirmamos que el buen vivir en las ciudades y su
entorno no es sólo tener un techo, también lo es escuchar
las voces de las mujeres, lo es la igualdad de acceso y la
participación en las decisiones sobre la política pública.
No hay democracia sin igualdad! Y para tener la igualdad
es indispensable tener en cuenta las diferentes necesidades
de sus habitantes. Nuestras ciudades ya no pueden
ser planificadas y construidas teniendo en cuenta únicamente
la masculinidad hegemónica económica, blanca,
patriarcal, sexista y racista.
Reconociendo que todas las formas de exclusión
y discriminación son factores de negación de la sustentabilidad
humana en la medida que regulan de manera
desigual derechos y oportunidades entre las personas,
entre las diferentes clases sociales, razas y grupos étnicos,
condición física, orientación sexual e identidad de
género, es que, las feministas y activistas de Latinoamérica
reunidas en el Seminario Internacional “De Aquí Para
Allá – el derecho de las mujeres a las ciudades” nos
sumamos a las contribuciones de todas las otras mujeres
y organizaciones para la construcción de una inclusiva
Nueva Agenda Urbana.
http://www.pralaepraca.org.br/imagens/DeclaracionDeRio.pdf
http://www.pralaepraca.org.br/imagens/DeclaracionDeRio.pdf
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