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viernes, 1 de mayo de 2015

Violencia de género,


Violencia de género, por Susana Velázquez
“La violencia contra la mujer es cualquier acción o conducta basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como en el privado” (Belém Do Pará, 1994). La definición de violencia citada, incorpora claramente el concepto de género. Es así que contempla e integra todas las manifestaciones de violencia que se ejercen contra las mujeres. Abarca múltiples y heterogéneas problemáticas, como lo señala el documento citado. O sea, incluye la violencia física, sexual y psicológica que tenga lugar dentro de la familia o en cualquier otra relación interpersonal e incluye violación, maltrato, abuso sexual, acoso sexual en el lugar de trabajo, en instituciones educativas y establecimientos de salud. Contempla, asimismo, la violencia ejercida por razones de etnia, sexualidad, trata de personas, prostitución forzada, privación arbitraria de la libertad, tortura, secuestro. Es una definición abarcativa que denuncia la violación de los derechos a la libertad, a la integridad personal y a la salud, cercenando el goce pleno de los derechos civiles, sociales, económicos y culturales de las mujeres. Es así que la violencia de género se convierte en una de las más graves violaciones a los derechos de las mujeres y debe ser reconocida como un asunto legítimo de los derechos humanos. 
Las diversas definiciones y abordajes existentes sobre la violencia hacia las mujeres son útiles y convenientes para enumerar y describir las diferentes manifestaciones: malos tratos físicos, emocionales, sexuales e institucionales. Reconocer su existencia permite organizar conocimientos y prácticas sociales para comprender, apoyar y evitar la exclusión psicológica y social de las destinatarias de esas violencias. Pero una definición, además de ser descriptiva de un problema, debe tener un alcance explicativo. O sea, se debe precisar qué es la violencia de género y por qué se ejerce fundamentalmente contra las mujeres. La violencia, entonces, es inseparable de la noción de género porque se basa y se ejerce en y por la diferencia social entre mujeres y varones. Incluir, por lo tanto, la noción de género en una definición de violencia es imprescindible pues, parafraseando a Amorós (1995 ) el género constituye la construcción misma de la jerarquización patriarcal. Es así que el análisis de las relaciones de género se presenta como un instrumento conceptual, que debe ser interdisciplinario, para el estudio integral de la realidad de mujeres y varones. La violencia basada en el género revela la diferente distribución del poder reforzando así la desigualdad y la subordinación social de las mujeres y favoreciendo que éstas se transformen en las destinatarias de diversas violencias estructurales y coyunturales. Pero cuando ya se habla de violencia de género se suelen omitir las múltiples problemáticas que este concepto abarca. Las diferentes categorizaciones lingüísticas con las que, en general, se aborda a la violencia hacia las mujeres, si bien resultan útiles para centrar la problemática y su abordaje preventivo y asistencial, pueden acarrear varios riesgos. Uno consiste en que mediante el estudio de algunas formas de violencia se omitan, fragmenten o distorsionen los significados que tienen para las mujeres todas las formas de violencia. Es decir, que éstas se “despoliticen” y, por lo tanto, se debilite su impacto social (Velázquez, 2003). Esto significa que los límites discursivos establecidos entre lo que se considera “doméstico” o “privado” (malos tratos físicos y emocionales, abusos, violaciones, etc.) y lo que se considera “público”, dentro del discurso político, desdibujen otras formas de violencia que se ejercen. O sea, se supone que todo maltrato ejercido contra las mujeres pertenece sólo al ámbito de la intimidad de las personas y, por ende está por fuera del discurso “político” y, por lo tanto, excluido del conocimiento y del debate público. De este modo, se reafirma el pertinaz silencio sobre los problemas de dominación masculina y de subordinación femenina en todos los ámbitos sociales. Un planteo que tome en cuenta estos límites discursivos, será una forma de “politizar”, o sea, de hacer públicos, los problemas supuestamente personales (Frazer, 1991). Otro de los riesgos de un abordaje que contemple sólo algunas problemáticas cuando se habla de violencia de género, radica en que se excluyan o se invisibilicen para la conciencia social las otras formas de violencia que enumera el documento citado. Será necesario, entonces, revisar la histórica omisión de la existencia de múltiples violencias hacia las mujeres que puede interpretarse como una estrategia de desigualdad de género: si son consideradas “naturales” o “normales” se legitima la arbitrariedad como forma habitual de la relación entre los géneros (Velázquez, 2003). Y esto tiene sus consecuencias, ya que la desinformación o la información a medias sobre todas las expresiones de la violencia contra las mujeres, constituye una estrategia para mantener silenciados esos históricos abusos perpetrados y padecidos, invisibilizando que se trata de violencia (Giberti, 1989). Esos silencios dificultan el cuestionamiento y, por lo tanto, obstaculizan y postergan la erradicación de la violencia. Los estudios de género y el feminismo posibilitaron poner en evidencia las diferentes formas de manifestación de la violencia de género y permitieron identificarlas y vincularlas con pautas genéricas sociales y culturales diferenciadas para ambos sexos. Mediante estos estudios e investigaciones se evitó reducir las violencias a experiencias individuales y/o casuales y, se les dio una real existencia social. Es así como se logra denunciar la complicidad de una sociedad que reglada por la ideología patriarcal, promovió pensamientos y acciones excluidos de todo cuestionamiento como maneras solapadas de desmentir las experiencias de la mujeres y de desviar la responsabilidad de los agresores. De esta forma, también se logra desobstaculizar la comprensión sobre cómo se articulan y entrelazan la violencia, el poder y los roles de género que conducen a la discriminación y al abuso de poder. En este sentido, Weinstein (1991) señala que la discriminación origina relaciones de subordinación y de dominio en las que la violencia constituye una forma de ejercer poder que se expresa en la estructura social y se reproduce en la familia y en otros subsistemas sociales. Advierte, además, que la violencia estructural o institucionalizada que se manifiesta en los sistemas políticos, económicos y sociales, se materializa en situaciones francamente discriminatorias reforzando, así, las condiciones sociales que implican violencia directa a nivel de toda la sociedad. Estas relaciones discriminatorias se concretan, también, mediante variadas modalidades simbólicas de violencia en todos los ámbitos. Y esto es así porque el paradigma de la violencia simbólica es, precisamente, el género (Velázquez, 2001). 
Estos violentamientos al género suelen afectar la vida cotidiana de las mujeres provocando, muchas veces, trastornos físicos y psicológicos a corto, mediano y largo plazo. ¿Cuáles son las consecuencias que estas violencias ocasionan? Sus efectos traumáticos, estudiados tanto por la psicología como por los estudios de género, se manifiestan en diversos fenómenos que promueven la desestructuración psíquica. Se perturba, en diferentes grados, el aparato perceptual y psicomotor y se afecta la capacidad de raciocinio y los recursos emocionales de las mujeres agredidas impidiendo, en ocasiones, que éstas reaccionen de manera adecuada al ataque, sobre todo en los casos de violencia crónica (Velázquez, 1996). Un primer efecto, entonces, consiste en el quebrantamiento de la identidad que las constituye como sujetos porque la violencia se impone como un comportamiento coercitivo e irracional que exige someterse a un orden basado en el poder y en la necesidad de dominio del agresor. Es así que suele restringirse la posibilidad de pensar o de accionar de las destinatarias de esas violencias reduciéndoseles la autonomía y la libertad. (Puget, 1990). La consecuencia de esta violencia, entonces, puede ser descrita como la alienación del pensamiento de un sujeto al deseo y al poder de quien la impone con el objetivo de anularle a dicho sujeto ( la mujer violentada) su capacidad de pensar y de defenderse (Aulagnier, 1975). Si bien las reacciones de las mujeres son variadas y ellas pueden oponerse, resistir o evitar las violencias de las que son destinatarias, la amenaza o la imposición de esas violencias siempre provocan esos efectos traumáticos. 
Las variadas y severas consecuencias sociales, culturales y psicológicas que ocasiona la violencia de género, ponen en evidencia la necesidad de que no se distorsionen ni omitan para la conciencia social todas las violencias basadas en el género que contempla la convención citada. El efecto inmediato debe centrarse en no encubrir ni postergar la necesidad y la urgencia de legislaciones que abarquen todas las manifestaciones de la violencia de género. 
Susana Velázquez

En agradecimiento a la aportación de Susana Velázquez, recientemente fallecida

Bibliografía: 

Amorós, Celia, (1995), “Presentación”, en C. Amorós (Directora), 10 palabras claves sobre mujer, Editorial Verbo Divino, España. 
Aulagnier, Piera, (1975), La violencia de la interpretación, Amorrortu, Buenos Aires. 
Convención de Belem Do Pará y OEA, (1994), Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la violencia contra la mujer. 
Frazer, Nancy, (1991), “La lucha por las necesidades”, en VVAA Debate Feminista. Del cuerpo a las necesidades, año 2 ,vol. 3, México. 
Giberti, Eva, (1989), “Mujer, enfermedad y violencia en medicina”, en E. Giberti y A. M. Fernández (comp.), La mujer y la violencia invisible, Sudamericana, Buenos Aires. 
Puget, Janine, (1990), “Violencia y espacios psíquicos”, en VVAA La violencia: lo impensable, lo impensado, Casa de la mujer, Bogotá. 
Velázquez, Susana, (1996), “Extraños en la noche. La violencia sexual en pareja”, en M. Burín y E. Dío Bleichmar (comp.), Psicoanálisis, Género, Subjetividad, Paidós, Buenos Aires. 
Velázquez, Susana, (2001), “Violencia de género y salud: reflexiones acerca de las prácticas”, en VVAA Hecho en red: por la salud de la mujer, Editorial Dunken, Buenos Aires. 
Velázquez, Susana, (2003), Violencias cotidianas, violencia de género, Paidós, Buenos Aires. 
Weinstein, Soledad, (1991), “Apuntes sobre la violencia cotidiana”, en VVAA La mujer ausente. Derechos humanos en el mundo, Isis Internacional, Santiago de Chile. 

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