Piernas bien moldeadas, caderas redondas talla 10, cintura delineada, senos perfectos, cuello estilizado, rostro y cabellera de revista de modas y un hilo dental como prenda de vestir, son los cuerpos ficticios e irreales que me recuerda la versión anecdótica que nos narrara Nelsy Lizarazo en La Ruta del Buen Trato, Francisco de Orellana en su búsqueda de El Dorado siguió río abajo, hasta un punto que le fue imposible regresar donde su compañero Gonzalo Pizarro, y le fue imposible porque ello significaba navegar contra corriente. Este hecho fue feliz para Orellana, porque de esa aventura se derivó el descubrimiento del Río Amazonas.
Navegar contra corriente es poco menos que imposible y si aplicamos a la intención de transformar por parte de los medios de comunicación y difusión masiva, la naturalidad del cuerpo femenino como patrón a seguir, algunos podrían justificar la imposibilidad o dificultad de hacerlo, pensando en algo parecido a lo que hizo Orellana: “no se puede navegar contra corriente”.
Y resultaría insignificante los esfuerzos realizados, mientras se transite unos cuantos metros en la dirección de no utilizar implantes, no someterse a restricciones alimentarias, no utilizar fajas reductoras, la corriente se encargaría de devolvernos al curso natural.
La postura de navegar contra corriente, los intentos de promover cambios, en donde las particularidades físicas de las mujeres denominadas “imperfecciones” se re signifiquen a al respeto ha permitido reconocer que existen grietas en el armazón de la cultura androcéntrica. Estas grietas significan rupturas y alternativas.
Precisamente de esas grietas del androcentrismo y la incursión histórica del navegar contra corriente ha hecho que me sienta como una hormiga en una inundación. Las hormigas no paran, ni hacen caso si la pertinaz lluvia invita al optimismo o al pesimismo, simplemente actúan desde una propuesta integradora y secuencial.
Empleando las metáforas el desbordamiento del río se constituye en las muertes de mujeres por alcanzar el canon patriarcal del cuerpo ficticio e irreal, desbordamiento que permite fortalecer las propuestas integradoras y secuenciales para llegar al cauce de valorar la naturalidad del cuerpo femenino.
Patricia Escobar
Fotografia de Ana Jara Cobo
No hay comentarios:
Publicar un comentario