El 8 de agosto de 1984 ocurrió en Los Ángeles un acontecimiento que cambiaría el rumbo de África. Una marroquí, Nawal El Moutawakel, sorprendió en la final de 400 metros vallas con un récord olímpico y una medalla de oro que abrieron los ojos de todo el mundo al Magreb. Con pantalones cortos y descubierta, la joven de Casablanca escenificó el nuevo aire de su continente gracias a la primera victoria en los Juegos de una mujer africana y de un país musulmán. En su casa, a primera hora de la madrugada, aquella hazaña despertó a toda una ciudad que salió a celebrarlo al tiempo que el rey del país decretó que todas las niñas nacidas ese día debían llevar su nombre.
Sin embargo, aquel triunfo que inundó de alegría el país norteafricano simbolizaba una victoria más allá de lo deportivo. «Cuando me desperté aquella mañana me dije: 'Tengo que hacer esto para las mujeres de los estados árabes, los países africanos, las mujeres musulmanas, porque si lo hago, no veo por qué otros no podrían hacerlo'», señaló en una entrevista posterior. El Moutawakel había abierto un camino diferente para las musulmanas. Aunque Marruecos era uno de los países más abiertos con clara influencia de esta religión, el papel de la mujer estaba obligado a ser el de esposa y madre dedicada al hogar. En cambio, aquella joven pudo optar por otro camino gracias al apoyo de su familia y a su talento innato para correr.
Nawal comenzó a competir a los quince años, cuando sus padres la enfocaron al deporte para que gastara sus interminables energías. La joven superaba a los chicos y chicas de su edad en las rudimentarias pistas de grava y arena de Marruecos cuando logró un puesto para los campeonatos internacionales al seguir el consejo de pasarse a los 400 metros vallas.
Sus aptitudes llamaron la atención cuando compitió en el Campeonato del Mundo de 1983 a pesar de sus discretas marcas respecto a las competidoras de élite. Días después de aquellas carreras el buzón de la familia El Moutawakel recibió un paquete de Iowa State. Gracias a un amigo que hablaba inglés supo que se trataba de una beca completa para estudiar en Estados Unidos. La oferta despertó en Nawal ilusión y miedo porque sentía que necesitaba la aprobación de sus progenitores. Su padre tardó solo unos segundos en dar su veredicto: «Irás a Estados Unidos».
En el otro lado del Atlántico aprendió inglés, conoció una nueva cultura y perfeccionó su nivel hasta el punto de convertirse en campeona universitaria del país. A pesar de aquel título y de la renuncia de las atletas del Este por el boicot soviético a los Juegos de 1984 no era una de las favoritas cuando un año después se colgó en oro en Los Ángeles. Tras abrazarse y llorar con su amiga y rival Judi Brown pasó a ser una de las estrellas del olimpismo. «Cuando gané mi medalla de oro en 1984, yo era una mujer tímida, de Marruecos. La gente quería saber de mí, me hacían preguntas y yo realmente no sabía qué decir. Daba miedo», aseguró en el libro 'Reality Bites: An African Decade'.
Desgraciadamente, su padre no pudo celebrar el triunfo con ella. La persona que más había ayudado a su desarrollo con un trato igualitario con sus hermanos, con la defensa frente a los conservadores musulmanes de su marcha a Estados Unidos y su papel de mujer deportista había muerto en un accidente de automóvil una semana después de que se instalara en la universidad norteamericana. El Moutawakel debió también afrontar la muerte de otros compañeros y entrenadores de su universidad en un accidente de avión, pero no volvió a repetir un éxito deportivo similar.
Todo por las mujeres
Con las lesiones y su nueva imagen del mundo del deporte decidió dedicarse a promover el deporte en África y la igualdad de la mujer. «No podías esperar que ganara en 1984 -no lo esperaba ni yo-, pero creo que en el futuro puedes estar seguro de que llegarán más y más atletas procedentes de esta parte del mundo», aseguró a un diario estadounidense cuando comenzaba su emergente carrera política. Desde entonces, El Moutawakel ha sido ministra de Deportes de su país, colaboradora con diversas campañas y organizaciones humanitarias y actualmente forma parte del Comité Olímpico Internacional. «Mi oro olímpico me abrió numerosos horizontes, pero también liberó a otras mujeres. Realmente lo siento cuando veo a todas esas mujeres, que hay una energía que se puede irradiar a su alrededor y un impacto positivo en las mujeres que la mayoría de las veces piensan que no se les permite competir solo porque son mujeres. Ahora puedes ver a miles corriendo por las calles de Casablanca. Antes ni siquiera sabían que las actividades físicas eran buenas para ellas. De hecho, el deporte puede ser una buena herramienta de liberación», argumenta.
Desde su puesto ha apoyado el surgimiento de las nuevas figuras políticas y el apoyo a la llegada de mujeres deportistas. Aunque ninguna de las chicas que recibieron su nombre triunfó, sí lo hicieron Nezha Bidouane (campeona del mundo en 1997 en los 400 metros vallas) o Zohra Ouaziz (plata en los Mundiales de 1999 en 5.000 metros), que han sufrido el acoso de los radicales hasta el punto de tener que abandonar su país. El Moutawakel, quien recibió amenazas de muerte desde sus primeros pasos deportivos, siempre ha tendido una mano a la convivencia entre los ideales religiosos y los nuevos tiempos. «Estoy muy orgullosa de ser marroquí y no veo contradicciones en respetar las tradiciones y conservar nuestra religión al mismo tiempo que avanzamos hacia una sociedad moderna. Después de todo formamos un país de tolerancia y perdón y mi fuerte fe me ha ayudado en mis avances, en mi vida diaria». Otras de las esporádicas figuras han sufrido para aceptar su doble papel. «Cuando gané en Tokio no me encontraba cómoda con lo de ser el centro de atención. Me gustan las cosas sencillas, no ser una estrella, pero soy un representante de Argelia y una mujer joven en particular... y tengo muchas cartas de gente deseándome valentía», reconoce Hassiba Boulmerka, campeona mundial en 1991.
Aquella niña tímida que cruzó la meta en primer lugar en Los Ángeles mantiene su poder simbólico y su mensaje de esperanza tres décadas después de dar su nombre a cientos de marroquíes, aunque recuerda las oportunidades perdidas: «Sé que hay hermanas en el mundo árabe y en África que no han saboreado la gloria porque no han tenido oportunidad».JAVIER BRAGADO 11 de agosto de 2012
http://www.que.es/deportes/mas/201208102011-vallista-nombre-esperanza-africana-rc.html
http://bleacherreport.com/articles/359477-2010-laureus-world-sports-awards-in-abu-dhabi-where-the-game-is-life
Muy interesante, no conocia a esta corredora.
ResponderEliminarAparecen mujeres valiosisimas por todas partes . Gracias por estar por aqui .
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