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domingo, 1 de diciembre de 2013

Envejecimiento y género


Un rasgo distintivo del rápido proceso de envejecimiento de la población es el predominio femenino, debido a que la mayor esperanza de vida de las mujeres produce un aumento muy pronunciado de su proporción en las edades más avanzadas. Actualmente, cerca del 60% de la población adulta mayor de América Latina y el Caribe está constituida por mujeres. La mayor longevidad de las mujeres provoca una mayor prevalencia de viudez y un riesgo mayor a quedar solas, lo que en muchas circunstancias las coloca en situaciones de riesgo ante los problemas económicos y sociales asociados con el cambio demográfico y la desprotección social. El hecho de que enfrenten una mayor discriminación en el mercado de trabajo y tengan que responsabilizarse de conciliar su trabajo productivo con el doméstico a lo largo de su vida, provoca que suelan trabajar más tiempo en el mercado informal y a realizar con mayor frecuencia actividades no remuneradas. Por ello, reciben menos jubilaciones que los varones y carecen más de seguridad social, lo que las hace más vulnerables ante la pobreza al llegar a la senectud. Además, los obstáculos que enfrentan para la generación de ahorro o para la percepción de ingresos mediante una pensión, se traducen en su alta dependencia económica en las edades más avanzadas. En este sentido, las diferencias de género en el acceso a las pensiones se acrecientan notoriamente a medida que la cobertura disminuye. En los países de baja cobertura, los hombres pueden alcanzar una cobertura hasta tres veces superior a la de las mujeres (CELADE, 2003).
A pesar que las mujeres viven más tiempo, es muy probable que enfrenten condiciones desfavorables durante la última etapa de su ciclo de vida, con altos niveles de deterioro funcional, tanto físico como psíquico.
Por otro lado, los arreglos residenciales son una consecuencia visible del envejecimiento puesto que cada vez son más frecuentes los hogares con adultos mayores. A excepción de Argentina y Uruguay, la mayoría de las personas senescentes vive en hogares multigeneracionales, y en el caso de las mujeres la cohabitación con otros familiares se debe, en gran medida, a la falta de ingresos (Del Popolo, 2001). Por otra parte, es de notar que en el caso de hogares unipersonales, la presencia de mujeres es contundente, producto de la mayor longevidad y las pautas de nupcialidad. La viudez femenina es altamente frecuente, conlleva carencias afectivas y limita las posibilidades de cubrir satisfactoriamente sus necesidades económicas.
La deficiente provisión de protección social y el envejecimiento de la población se conjugan en nuestros países provocando el incremento de la carga del cuidado de la población senescente, la cual recae en la familia, y abrumadoramente en las mujeres - quienes suelen hacerse cargo de los cuidados de la salud de los miembros del grupo doméstico al que pertenecen. Muchas veces, esta responsabilidad conlleva una doble jornada de trabajo para ellas (cuidado de los niños y de los mayores y empleo remunerado), cuando no dificulta o imposibilita directamente su participación en el mercado laboral
http://www.eclac.cl/publicaciones/xml/1/26731/Guia%20asistencia.pdf

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