Según el canadiense Michael Kaufman, dos variables peligrosas introducidas en la noción de género masculino desde la infancia son las de privilegios y riesgo. El fundador de la campaña de Lazo Blanco dice que la situación es profundamente contradictoria de lo masculino con el poder porque los privilegios son su principal fuente de dolor y frustración. Desde que nacen se les dice “vos sos privilegiado”, pero cuando van creciendo y quieren imponer esos privilegios sobre otras personas, sobre todo en un mundo de derechos como el de hoy, se les marca un límite, y ese límite viene a negar la premisa de crianza. La principal fuente de dolor y frustración de lo masculino es justamente lo que hace a lo masculino. La violencia aparece como una situación que hay que redefinir: los hombres no diferencian sus emociones, según Kaufman. “Un hombre nunca va a decir que está deprimido, dirá que está triste, y son dos cosas diferentes, porque de la tristeza se sale pero de la depresión si no es con ayuda, no. Tampoco te dirá que está alegre: va a estar efusivo, hiperactivo, pero la palabra alegre no la va a tener a mano. Yo creo que hemos sido educados en emociones, pero en emociones masculinas, que son diferentes a las femeninas. No es que no podamos llorar, es mucho más que eso: la emoción más clara en la que hemos sido educados es la ira. La ira es la imposibilidad de saber qué me pasa y de poner en palabras qué es lo que siento. Ahí es donde se da el pasito de la ira a la violencia, a la impunidad y a la validación social. Ningún hombre se va a mostrar públicamente vulnerable, ése es nuestro trabajo, que se muestren vulnerables, que se pongan a llorar, que digan a quién extrañan, porque esto quiebra el modelo de autosuficiencia emocional. La gran diferencia del trabajo con mujeres y hombres es que con las mujeres el trabajo es proyectivo, es para adelante. El trabajo con hombres también genera opciones, pero es más para atrás, porque si es proyectivo hay un riesgo y es que vuelvan a caer en el modelo demandado, entonces el modelo que estamos buscando es un modelo que no tiene guía. Salir todos los días a la calle a inventarte, y a dejar caer un privilegio, entonces justamente la idea es que se queden flameando como banderas.
Despegarse del estereotipo es doloroso”, dice Huberman y explica que debe haber en este proceso un momento de duelo, un espacio de melancolía. Lo masculino es terriblemente sancionador y punitorio, de hecho la heteronormatividad se observa muy claramente en todas las aspiraciones de este deber ser tan bien construido y no se pone en riesgo, es una convicción, nunca un deseo. “Los primeros que pusieron en juego qué es ser hombre fueron los varones del movimiento gay, los heterosexuales no se hacen esa pregunta, saben qué es ser hombre, se convencieron de eso, y de una sexualidad muy restringida y fragmentada, que es la sexualidad genital y peneana. La virilidad es un bleuf, y explica muchas otras cosas: la virilidad como sinónimo de actividad sexual alta, de uso de la fuerza, del no consentimiento... y eso tuvo su desarrollo histórico. En Grecia la virilidad era entre hombres y la mujer era de uso reproductivo, entonces también es un concepto cultural, histórico, político y económico, que se fue moldeando hacia diferentes áreas, pero hoy es un riesgo muy importante porque abre el juego al pago por sexo y al negocio de la trata de personas.”
Flor Monfort
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