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martes, 24 de julio de 2012

Corbatas y tacones




En los países occidentales u occidentalizados, la estricta división de roles se manifiesta de forma ostensible en la pervivencia, entre otras muchas cosas, de dos elementos indumentarios claramente aberrantes: la corbata y los zapatos de tacón. La corbata, ese fláccido y falocrático pendón multicolor, ese sedoso nudo corredizo topológica y moralmente equivalente a la soga de un ahorcado o al collar de castigo de un perro, simboliza a la vez la supremacía -de género y de clase- del hombre que la lleva y su sometimiento al orden establecido: no en vano la corbata es obligatoria en la mayoría de los actos públicos y puestos de trabajo de un cierto nivel.

Y los zapatos de tacón, a pesar de que los traumatólogos llevan años advirtiendo de que son nocivos para los pies y para la columna vertebral, siguen siendo de uso común entre las mujeres, incluso entre las supuestamente “liberadas”. ¿Y cuál es la finalidad de un calzado que entorpece los movimientos y perjudica la salud? Supuestamente, hacer más atractiva a la mujer que lo lleva. Pero ¿quién puede encontrar más atractiva a una mujer por llevar unos zapatos que dificultan la locomoción, dañan las vértebras y provocan continuas molestias en los pies? La respuesta es tan obvia como preocupante: solo un machito enfermo susceptible de erotizarse con la estética del sometimiento y el dolor.

En última instancia, el binomio corbata-tacón remite a la estética sadomasoquista. La típica “dominatrix” sado-maso, simultáneamente víctima y verdugo, suele llevar una ropa que la oprime, llena de correas y herrajes, y agresivos zapatos puntiagudos de finísimo tacón de aguja, cepo y arma a la vez (amén de fetiche erótico). Y la corbata es a un tiempo el emblema de la superioridad masculina, el blasón del señor y el collar-lazo de su sometimiento.

El sadomasoquismo (con su exacerbación-inversión-confusión de la relación amo-esclavo) es una expresión del profundo malestar que en hombres y mujeres provoca la necesidad adaptativa de asumir los grotescos roles sexuales impuestos por nuestra sociedad. Y no es una perversión minoritaria y oculta, como algunos creen, sino un aspecto relevante de nuestra desdichada cultura.

Pues bien, los niños y niñas de hoy tienen que construir su identidad en ese mundo de corbatas y tacones, de Rambos y Barbies, y se ven fuertemente presionados para que asuman el rol que supuestamente corresponde a su sexo. Y luego nos sorprendemos de que se muerdan las uñas o se hagan pis en la cama.


Carlo Frabetti en el foro “La infancia bajo control” (Sevilla, junio 2012).

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