Las inmigrantes nigerianas sufren abusos y violaciones durante el trayecto al Viejo Continente · Algeciras, una de las vías de entrada de estas mujeres desde Marruecos.
Autor: Europa Sur
Fecha: 25 de Julio de 2011
"A una de mis amigas la dejé en el desierto de Marruecos. Íbamos juntas. Ella estaba muy cansada, no podía andar. El resto de personas me dijo ¡ven, ven, vamos!. No podíamos esperar por ella. Yo lloraba. La dejé. No sé si sobrevivió (...). Ella murió. No sé".
Apenas 14 kilómetros separan en el Estrecho de Gibraltar al Viejo Continente de África. Sólo 14.400 metros alejan Marruecos de España. Una distancia que, para muchas mujeres subsaharianas, se convierte en el último escollo a salvar en el trayecto hacia Europa, en el camino hacia un sueño. Según un informe de este año del Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad; el país alauita se ha convertido en la principal lanzadera de nigerianas en dirección a España. Evidentemente, por cercanía, Algeciras constituye una de las grandes vías de entrada -ya sea en ferry o en patera-.
Unas inmigrantes que sufren los abusos de redes de explotación sexual y trata de blancas. De hecho, ya en 2004, un estudio de Médicos del Mundo recalcó que la mayoría de subsaharianas que ejerce la prostitución en España procede de Nigeria porque es allí donde mejor organizadas se encuentran estas mafias. Así lo confirman los testimonios de estas mujeres. "La madame me llevó a una carretera a trabajar. Le dije que no podía hacerlo. Lloré durante mucho tiempo. Cuando vine a este país estaba embarazada. No puedo vender mi cuerpo a un hombre", afirma una nigeriana que sufrió los atropellos de estas tramas y cuyo testimonio (y el de 24 mujeres más) recoge el informe del Ministerio. "Eso [en referencia a la prostitución] es lo que quieren que hagas para pagar la deuda rápido", añade otra mujer.
La historia de todas ellas comienza en un lugar muy parecido, en un entorno caracterizado por la pobreza, la inestabilidad familiar y la falta de expectativas. "Cuando mi padre murió, me quedé con mi madrastra, que me trataba muy mal. Algunas vez me echaba fuera de la casa. Dormía en la calle", relata una de ellas. Por eso se agarran a ese clavo ardiendo y emprenden un viaje hacia lo desconocido, atravesando África y el Mediterráneo. "En Europa esperaba una vida mejor. Libertad. Oportunidades", cuenta otra.
Una vez decididas y con Europa como horizonte, inician su camino. La mayoría emprenden el trayecto solas y comparten las jornadas con desconocidos -en coche, camión o a pie-. El objetivo pasa por llegar a Marruecos, aunque antes deben atravesar el desierto. Entonces, sobreviene lo peor. "El desierto es muy peligroso. Aunque no hagas nada malo, ellos [en referencia a los tratantes] te golpean. Ellos violan mujeres. Tú no dices nada porque es el desierto. Si hablas, te matan", explica una nigeriana afincada en Cataluña. "Te comes tu mierda, te bebes tu orina", recalca otra.
"Yo no tenía novio, pero más tarde (...) Cuando estaba en el desierto todos querían golpearme. Me preguntaban por qué no tenía novio. Ellos querían matarme. Entonces, yo me hice amiga de un hombre allí, por protección", destaca una de las inmigrantes, que cruzó el continente africano y, posteriormente, entró en España con el mismo hombre al que se unió por "protección".
Arribadas al país alauita, la situación no se hace más fácil. En Marruecos la violencia sexual se intensifica. En los lugares donde pernoctan -que ellas mismas denominan guetos- los tratantes las violan. "Allí, los chicos pueden matar a algunas chicas si se niegan", narra una de las inmigrantes. Y las redes de trata de blancas acentúan entonces la captación de mujeres; que, ante la falta de recursos económicos, hipotecan su vida para que les ayuden a cruzar El Estrecho. "Tu buscas a alguien para que te traiga a España. Si no tienes dinero, luego tú le pagas el precio", subraya otra nigeriana en el informe del Ministerio de Sanidad. Unas deudas que oscilan entre los 15.000 y 50.000 euros. "Una vez en España, iba a trabajar para no tener nada de dinero. Yo no vi dinero durante tres años", cuenta otra.
Aún así, el modo de entrar a la Península varía. A las mas afortunadas les "pagan" un avión hasta España. El resto intenta cruzar El Estrecho en ferry o en patera. "Estuve cuatro días en alta mar... ¡Cuatro días! Después, el bote se rompió. Era un barco muy pequeño, con mucha gente. Tuvimos un accidente. La Guardia Civil llegó y nos rescató. Yo no sé nadar", relata una de las mujeres.
Una vez en territorio nacional, muchas de estas mujeres sufren los abusos de las redes de explotación sexual. Estas organizaciones las trasladan desde el sur de España -Algeciras y Almería principalmente- al resto del país; y las reparten por los clubes y carreteras de Madrid, Cataluña y Bilbao generalmente. Empiezan entonces las coacciones, las amenazas (tanto a ellas como a la familia que dejaron en Nigeria), los golpes y las vejaciones. "En Barcelona trabajé una vez en un club. Es algo muy malo. Por los clientes y los jefes, que te tratan mal. Me han forzado para estar con clientes. Y si te piden hacerlo sin condón y no lo haces... te despiden", añade una de estas mujeres.
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