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sábado, 3 de enero de 2015

Derechos humanos y género . V/V


Los derechos humanos constituyen una ideología cuyo potencial liberador y emancipatorio resulta prometedor precisamente por su carecer universal. Los derechos humanos han sido estandarte de luchas sociales en muy diversas latitudes del planeta, han generado activismo local, regional e internacional, y han logrado un reconocimiento generalizado tanto por la sociedad como por los gobiernos y los organismos supranacionales. En la teoría de los derechos humanos, se siguen debatiendo los alcances, contenidos y definición misma del principio básico de igualdad. Tanto la teoría como la práctica de los derechos humanos enfocan la cuestión del sujeto; se discute quiénes detentan la titularidad de los derechos y cuáles son los obstáculos para lograr la anhelada universalidad. La contribución de los análisis de género a este debate ha sido consistente y decisiva. Se han estudiado los mecanismos de exclusión de las mujeres del pacto fundacional de la soberanía y las instituciones modernas, así como la constitución de espacios sociales diferenciados que, en virtud de su asignación generizada a sujetos determinados, fortalecen y reproducen prácticas discriminatorias.

Las identidades de género en la modernidad se construyen en cauces paralelos: hombre ciudadano – mujer doméstica, hombre público – mujer privada, hombres individuos – mujeres idénticas. El espacio privado es condición de posibilidad del espacio público. Los hombres pueden ser individuos y ejercer la ciudadanía, precisamente porque tienen en común un espacio privado que los iguala, donde pueden actuar como monarcas, amos indiscutibles. Las mujeres, recluidas imaginariamente en el ámbito privado, conforman un colectivo de indiscernibles; las identidades construidas en la modernidad temprana remiten al ángel del hogar, cuya función es hacer de ese espacio un lugar adecuado para todos: remanso de paz y tranquilidad, espacio de crecimiento, refugio del exterior. Aquí se encuentran y articulan de manera asimétrica la privacidad masculina y la privación femenina.

Las mujeres han logrado avances sustanciales en el reconocimiento formal de sus derechos, el diseño y puesta en marcha de políticas públicas que incorporen sus necesidades, la supresión de preceptos sexistas, etc. A fines del siglo XX, empezó a abrirse paso la necesidad de crear un sistema internacional de protección de los derechos humanos. Paralelamente, las nuevas identidades reflejan la exigencia de desempeñar múltiples roles: madre, ama de casa, trabajadora, militante, etc. Esta nueva diversidad sigue siendo construida en un esquema de alteridad y a partir de una suerte de esencia común a todas las mujeres, que subraya determinadas cualidades que el imaginario social asocia con lo femenino.  

Finalmente, el feminismo crítico nos ha permitido comprender que el género no sólo construye individuos sino también instituciones, como el derecho, la familia, la religión, etc. Cualquier propuesta de modificación o adecuación que no tome en cuenta esta construcción, falla en su propósito y en el mejor de los casos gira en espiral sin llegar al fondo. Un nuevo paradigma de lo humano tiene que ser incluyente. El reto es conformar un nuevo sujeto incluyente de la dualidad humana. La única forma de dejar atrás la tarea de aumentar nuevos derechos a una lista generizada es, como dijera Simone de Beauvoir hace más de medio siglo, la afirmación de las mujeres como sujetos. Sólo entonces será posible hablar de sociedades igualitarias en donde el poder circule con más libertad.
Marta Torres Falcón.  Doctora en ciencias sociales con especialidad en mujeres y relaciones de género. Universidad Autónoma Metropolitana.
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http://zapateando2.wordpress.com/2009/02/06/el-concepto-de-igualdad-y-los-derechos-humanos-un-enfoque-de-genero/

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