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sábado, 2 de julio de 2022

El empoderamiento proceso de cambio


 Un segundo rasgo esencial del empoderamiento es su carácter procesual: se trata de un proceso de cambio que no tiene meta final ya que nadie llega nunca a estar empoderado en un sentido absoluto. Es este sentido de proceso el que hace que “ningún otro concepto exprese tan claramente como el empoderamiento la progresión desde un estado (la desigualdad de género) a otro (la igualdad de género)” (Malhotra 2002).

 Hay consenso entre las feministas del desarrollo en que el empoderamiento de las mujeres es un proceso de largo plazo que va “de adentro hacia fuera” y “de abajo hacia arriba”, que se inicia en el ámbito personal mediante el desarrollo de una autoimagen positiva y confianza en las propias capacidades, continúa en el ámbito de las relaciones cercanas a través de la habilidad para negociar e influenciar las relaciones familiares, y se expande hacia una dimensión colectiva en la que las mujeres construyen estructuras organizativas suficientemente fuertes para lograr cambios sociales y políticos

Se trata, por tanto, de un proceso de auto-empoderamiento, individual y colectivo, que no puede ser otorgado por nadie externo, lo cual no quiere decir que determinados agentes externos no tengan ningún papel que cumplir. Diversas autoras han resaltado la importancia de las agentes de cambio a la hora de facilitar las condiciones que permitan a las mujeres iniciar sus propios procesos de cambio. Kabeer (1997) es una de las que ha señalado el positivo papel de las 13 organizaciones de base innovadoras que, creando espacios para escuchar las voces de las mujeres y utilizando metodologías participativas, ayudan a desafiar los estereotipos convencionales respecto a las necesidades de las mujeres, hacen visibles determinados intereses que permanecían ocultos y promueven estrategias innovadoras para involucrar a las propias mujeres en los procesos de cambio. León (1997) plantea, por su parte, que dado que la subordinación de las mujeres aparece naturalizada en las sociedades con dominio masculino, es poco probable que las propuestas de cambio aparezcan espontáneamente; más bien, estas deben inducidas a través de procesos de concientización que permitan a las mujeres modificar sus auto-imágenes y sus sentimientos de inferioridad, así como sus creencias sobre sus derechos y capacidades. En la inducción de estos procesos de reflexión crítica, las agentes externas, generalmente mujeres feministas profesionales del trabajo de promoción y educación popular, pueden desempeñar un importante rol catalizador ofreciendo a las mujeres elementos de análisis y alternativas prácticas a sus modos de vida. También Rowlands insiste en que las agentes de cambio deben estar entrenadas en el uso de metodologías que ayuden a las mujeres a “percibir las limitaciones que ellas se imponen como resultado de la opresión internalizada que cargan” y garanticen que estas actúan a partir de sus propios análisis y prioridades, y no en base a agendas externas. 

 Ahora bien, este papel de las agentes de cambio nada tiene que ver con lo que James (1999) ha denominado la “transferencia del empoderamiento”, una visión predominante en el pensamiento oficial del desarrollo según la cual el empoderamiento puede ser otorgado por las agencias, mediante la puesta en marcha de proyectos diseñados desde arriba y desde afuera de las destinatarias en los que, supuestamente, la simple participación de las mujeres en actividades específicas garantizaría como resultado final su empoderamiento. 

Un mecanismo de transferencia de poder de este tipo es incompatible con los objetivos del empoderamiento porque este no es un proceso lineal con un inicio y un final definidos de manera igual para todas las mujeres, sino que requiere que éstas libremente analicen y expresen sus propias necesidades y prioridades, sin que estas puedan ser predefinidas o impuestas por los planificadores. Sin duda, esto plantea problemas a las agencias de desarrollo porque la lógica de la planificación se ve afectada cuando no pueden establecerse metas concretas o resultados medibles para las actividades que promueven el empoderamiento; en este caso, los 14 cambios a lograr deben ser vistos como parte de un proceso en marcha más que como una meta prefijada para un distante futuro. 

 En conclusión, entender el empoderamiento como un proceso de abajo arriba implica que los organismos de desarrollo no pueden reclamar que empoderan a las mujeres. Las mujeres deben empoderarse ellas mismas. Sin embargo, el apoyo externo es importante para empujar y sostener los procesos de cambio y las agencias pueden jugar este papel generando condiciones para que las mujeres participen en todos los ámbitos, adquieran habilidades para tomar decisiones y controlar los recursos, y apoyando a las organizaciones de mujeres que trabajan contra la discriminación de género. 

Clara Murguialday Martínez 

https://www.vitoria-gasteiz.org/wb021/http/contenidosEstaticos/adjuntos/es/16/23/51623.pdf

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