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viernes, 8 de abril de 2022

De la rivalidad a la sororidad

 

De la rivalidad a la sororidad


La solidaridad indeleble entre nosotras las mujeres no es algo que se dé natural y automáticamente tan sólo por pertenecer al mismo sexo, sino que por el contrario, existe una arraigada construcción social y cultural  en el inconsciente femenino que nos predispone entre sí  a la rivalidad desde la temprana infancia.


Si hablamos con honestidad, la simpatía y la colaboración incondicional entre mujeres no siempre es permanente y en muchos casos suele terminar de forma abrupta, en cuanto los intereses de una se ven amenazados por los de la otra.


Tal comportamiento no es parte de una genética  envidiosa con la que nazcamos, en otras palabras no es un defecto de fabrica sino que más bien, es el resultado de un contexto opresivo que nos ha relegado, discriminado y enemistado con nuestras iguales obligándonos a competir por la supervivencia y el éxito.


Si bien es cierto que las mujeres a lo largo de la historia nos hemos acompañado, alimentando, sanado y cuidado; también lo es que en ciertas situaciones nos hemos detestado, rechazado y metido el pie unas a otras.


Sin embargo, a pesar de nuestros encuentros y desencuentros nos hemos solidarizado y organizado creando el feminismo,  logrando mediante este avances muy importantes en los espacios públicos y privados, no obstante, las oportunidades de desarrollo han sido y siguen siendo reducidas en comparación con las del sexo opuesto, e insuficientes para satisfacer todas las necesidades de quienes integramos más de la mitad de la población mundial.


De esta desigualdad, del grado de dificultad de acceso y de ascenso en la sociedad, de una formación cultural de dominación y discriminación en la que además desde siempre el atractivo físico femenino ha sido un factor importante a la hora de lograr la aceptación y el éxito, es que se deriva en gran medida la rivalidad y la competencia no sana entre mujeres.


Y me atrevo a decir que en gran medida porque en este asunto como en tantos otros no deberíamos generalizar, ya que existen excepciones  en las que la actitud negativa y el comportamiento malintencionado de una mujer hacia otra, tiene que ver más con el tipo de sentimientos la moral y la ética de la persona, y no  o no solamente con el modelo patriarcal, pero ese es tema para otro análisis.


Volviendo al asunto de nuestros afectos y desafectos, las mujeres a lo largo de la historia viviendo y sufriendo dentro de un milenario sistema androcéntrico, hemos tenido que ir abriéndonos brecha a base de grandes esfuerzos, sacrificios y luchas teniendo a veces y aún sin quererlo, que masculinizar nuestras acciones y pasar por encima de nuestras compañeras como actos de subsistencia.


A este respecto el feminismo como un organismo vivo y consciente de esta dolorosa problemática, nos plantea la sororidad como un pacto entre mujeres de pensamiento crítico autónomo e independiente que nos compromete a trabajar en colectivo a pesar de nuestras múltiples diferencias, para la estructuración de una metodología que nos permita la desarticulación del sistema patriarcal, la eliminación progresiva de la desigualdad y la violencia de género, así  también la sororidad como alternativa para eliminar la enemistad misógina que muchas veces existe entre nosotras consciente o inconscientemente.


En este sentido nos es importante recordar que el término sororidad proviene de la palabra soror que en latín significa hermana, y que la antropóloga académica escritora y feminista  mexicana Marcela Lagarde, fue quien desarrolló un significado más amplio y profundo estableciéndola como una hermandad entre mujeres.


La filosofía sórica nos requiere en primer lugar un conocimiento amplio de la historia de las mujeres en un mundo ancestralmente dominado por hombres, que nos lleve a una conciencia más clara del porqué y el para qué de los feminismos actuales, y de las necesidades  que individualmente y como género seguimos teniendo.


 En esta concientización hay que tomar en cuenta la realidad social, económica, educativa, política y cultural partiendo del entendido de que no es lo mismo ser mujer en las grandes ciudades que en las zonas marginales, en las comunidades rurales, campesinas, o indígenas; ya que las carencias varían dependiendo de la posición socioeconómica, el nivel académico, la ubicación geográfica de los lugares en dónde se vive, el grupo étnico al que se pertenece, estado civil, prácticas religiosas, usos y costumbres, etc.


Haciendo un análisis con perspectiva de género de las necesidades y daños que cada grupo social tiene en su actualidad y contexto, podemos ir estableciendo intereses comunes desde la diversidad y sentar las bases para el desarrollo de políticas que promuevan la seguridad, el bienestar y el empoderamiento de todas por igual, creando redes de apoyo que generen un verdadero cambio el interior de cada una,  en la agenda feminista y en la sociedad.


Sororidad es una forma de relación femenina con ética y estética feminista que busca crear espacios, condiciones y herramientas de unión en una alianza existencial y política que nos permita deconstruir dentro del mismo feminismo, la enorme desintificacion entre contemporáneas e intergerenacional que existe, y busca también generar puentes de diálogo que eliminen el gran abismo que hay entre las mujeres y las mujeres feministas.


Sororidad no tiene que ser una relación amorosa  a prueba de fuego entre nosotras, pero sí debe ser una convivencia con objetivos feministas que sea positiva y productiva basada en la empatía, la solidaridad, la admiración, el reconocimiento y el respeto mutuo.


Galilea Libertad Fausto 


Créditos de la foto a quien corresponda


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