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jueves, 7 de marzo de 2019

Identidades masculinas



Myriam Miedzian mantiene que hombres y mujeres siguen anclados en papeles sociales estereotipados que se refuerzan entre sí y desde los que se construye la identificación entre masculinidad y violencia, aunque son los niños quienes desde la infancia soportan una mayor presión social hacia una masculinidad expresada a través de conductas agresivas.

Finalmente, todos, hombres y mujeres, somos víctimas de unos arquetipos potencialmente destructivos, pero son los valores entronizados por una mística masculina los que juegan un papel nuclear en la eclosión de la violencia criminal y de género, sin olvidar que son estos valores los que configuran la forma de pensar y decidir de la mayoría de los líderes políticos.

Miedzian señala como principales valores de esta masculinidad hegemónica que se mantiene insidiosamente: la dureza y la represión de los sentimientos (no llorar, no tener miedo…), el afán de dominio, la represión de la empatía, y esa competitividad extrema que condiciona a los hombres a valorar por encima de todo la victoria y la gloria, y a encerrarse en las dicotomías nosotros/ellos o ganar/perder. De ahí es fácil la deriva hacia el ejercicio de la violencia contra las mujeres, pues alguien que cree

“que los hombres son por naturaleza dominantes y las mujeres sumisas, no sólo se sentirá profundamente herido si su esposa o novia le deja o si ella no se somete a sus deseos, sino que también experimentará su conducta (libre) como una ofensa humillante a su virilidad”.

El modelo de varón con el que, en última instancia, se sigue midiendo un hombre en momentos duros de su vida, el modelo que en momentos de crisis parece regir, es un arquetipo en el que la dureza, el éxito, el ocultamiento de los sentimientos y la competitividad extrema -el ejercicio de la dominación-, forman parte del núcleo duro de su identidad. Es aquel que niega en sí cualquier rasgo femenino; en el que se da la ausencia de capacidades empáticas, de ponerse en el lugar del otro. Se trata de un arquetipo que hace sentirse profundamente herido y humillado al varón ante la libertad de una mujer que dice no, o se marcha de su lado. Es este modelo el que todavía sigue siendo sutil o brutalmente hegemónico, en la socialización de los niños. Aunque existe una evolución de este arquetipo que deviene en diversidad en muchas capas de la población, todavía ellos desde la infancia, tienen que soportar una variedad de presiones sociales, que les empujan a construir y demostrar su masculinidad a través de conductas agresivas adecuadas al modelo.



La identidad del varón crece desde una posición de dominación sobre la mujer que puede llegar a hacerle sentir como amenaza la afirmación de la mujer como ser libre porque esta libertad es vivida como amenaza a su propia identidad de hombre. Como consecuencia, podría decirse que la violencia contra las mujeres es el resultado de una guerra de identidad que libran los hombres consigo mismos.

De ahí el destacar la importancia que posee, para la eliminación de las raíces profundas de la violencia contra las mujeres, la persistencia en la reflexión y el rechazo social de los aspectos más nefastos de ese estereotipo masculino, aquellos que atan a los varones a los comportamientos violentos, en nombre de su rol. Luis Bonino23 habla de que el rol masculino produce molestares y malestares, es decir, hace sufrir a otros pero también a uno mismo. Muchos varones padecen problemas personales, emocionales y de relación: aislamiento, depresiones, obsesiones por no dar la talla, desencuentros con las mujeres, adicciones, dificultades sexuales, etc. El sufrimiento es más visible en niños y adolescentes. Las exigencias tan elevadas que exige el estereotipo se presentan como incumplibles, pero a la vez su transgresión es causa de angustia, al ser interpretado como duda de si se es o no un hombre.

Y al mismo tiempo, a la vez que se rechaza el viejo modelo, la oferta de nuevos modelos de identificación para el varón, que favorezcan el cambio de los hombres. Esos modelos también existen ya, porque el mundo es grande y diverso, pero todavía no han desplazado al varón dominante de su puesto hegemónico. Hoy, lo estamos viviendo, muchos hombres de nuestro entorno son sensibles, empáticos, cuidadores y no especialmente agresivos; pero el modelo al que dan vida tiene una menor visibilidad y hegemonía social (en la toma de decisiones políticas, en el cine, en la TV, en las novelas), de modo que nuestros adolescentes siguen alimentándose con los grandes mitos de la fuerza y la dominación masculina. Los nuevos modelos han de hacerse visibles y significativos, para que trasciendan culturalmente.


CARMEN MAGALLÓN PORTOLÉS

Fundación Seminario de Investigación para la Paz de Zaragoza
http://www.seipaz.org/documentos/1MagallonViolenciaFeminismos.pdf

23 BONINO, Luis: "Varones, género y salud mental: deconstruyendo la "normalidad" masculina", en Marta Segarra  y Angels Carabi (eds.): Nuevas masculinidades, Barcelona, Icaria, 2000.

https://www.myriammiedzian.com/practical-applications

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