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miércoles, 31 de octubre de 2018

El acceso al cuidado esencial de la salud: cómo abordar los riesgos y necesidades específicos a cada género



 Un creciente número de países, entre los que figuran Rwanda, Tailandia y los Estados Unidos de América, han liderado las reformas de la cobertura universal de la salud. La atención sanitaria accesible y asequible es de particular importancia para las mujeres porque tienen menor acceso a ingresos personales, hacen frente a problemas sanitarios con un coste elevado, como el embarazo y el parto, y a menudo son responsables de los cuidados de la salud de los miembros de la familia.

La definición de lo que se entiende por servicios de salud “esenciales” en estos programas es de vital importancia para la igualdad de género, puesto que dichos servicios se establecen como prioritarios de cara a su financiación con cargo a fondos públicos. Para que su cobertura sea verdaderamente universal, es preciso que estos servicios tengan en cuenta los diferentes riesgos, necesidades y contingencias que afrontan las mujeres y los hombres —así como los de otros grupos sociales— en el ámbito de la salud. Para definir el concepto de “servicios esenciales” debería contarse con la participación de las organizaciones de mujeres, y dicha definición debería basarse en un análisis exhaustivo de los patrones de morbilidad y mortalidad específicos a cada género. Como mínimo, debería incluir la atención de la maternidad (incluso el cuidado obstétrico de emergencia), la planificación familiar y servicios integrales de salud sexual y reproductiva para las adolescentes. También debería considerarse la prestación de servicios de salud esenciales a las sobrevivientes de la violencia de género. Cuando se avanza en la cobertura universal de la atención de la salud mediante la extensión de los regímenes de seguro nacionales o comunitarios a grupos que anteriormente estaban excluidos, como las trabajadoras y los trabajadores informales, a menudo solo es posible garantizar la inscripción de las mujeres en estos regímenes subvencionando sus pagos de bolsillo o registrando hogares enteros. Para asegurar que las mujeres puedan acceder también al cuidado de la salud, es preciso abordar en paralelo las barreras de carácter no financiero. Esto exige prestar una mayor atención al lugar, el momento y el modo en que se prestan los servicios de salud. En las zonas rurales, una elevada proporción de las mujeres manifiestan tener dificultades para acceder al cuidado de la salud, debido a que los servicios se encuentran demasiado alejados o a su deficiente calidad. Para hacer frente a estos problemas
cabe la posibilidad de adoptar diferentes tipos de medidas, como muestra el caso de Rwanda (véase el recuadro 2).

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