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viernes, 15 de junio de 2018

Concentración en Madrid por el Día Mundial de las Personas Refugiadas. 21J-20h-Opera



Mujeres y niñas refugiadas, doblemente vulneradas.

Cada 20 de junio recordamos la cruel y dura realidad que atraviesan las personas refugiadas en todo el mundo. Decía el secretario general de la ONU, António Guterres, que «No se trata de compartir una carga, sino de compartir una responsabilidad mundial, basada tanto en la idea general de que todos somos humanos como en las obligaciones muy específicas contraídas en virtud del derecho internacional. Los problemas fundamentales son la guerra y el odio, no las personas que huyen. Los refugiados se cuentan entre las primeras víctimas del terrorismo.»
 ¿Y quién es realmente una persona refugiada? Alguien que HUYE de su país porque su vida corre peligro y su estado ha dejado de protegerle o nunca lo ha hecho. Alguien que, además, tiene el derecho reconocido internacionalmente a pedir protección internacional en países seguros que, como España, están obligados a ofrecer esta protección.

No podemos, NO DEBEMOS, seguir girando la cabeza hacia otro lado para no ver la realidad; hoy hay más de 70 millones de personas refugiadas en todo el planeta, una cifra muy alejada ya de la que dejó la Segunda Guerra Mundial. Estamos siendo testigos del mayor número de desplazamientos forzados, mientras los países de la Unión Europea endurecen sus políticas migratorias, refuerzan los controles fronterizos y firman acuerdos con terceros países no seguros para frenar la llegada de personas refugiadas y migrantes a Europa.

En 2015, las mujeres suponían el 47% de la población refugiada.

Miles de personas se ven obligadas cada día a dejarlo todo y a huir de sus países para salvar sus vidas. Y muchas de ellas lo tienen que hacer por causas relacionadas con su género. Ser mujer es, para prácticamente la mitad de las personas refugiadas en el mundo, un motivo para multiplicar su vulnerabilidad. Ser mujer significa, en muchos países, sufrir más peligros, persecuciones, violaciones, privación de libertad, acosos…

Las mujeres son doblemente victimizadas, no solo por la guerra, sino también porque padecen agresiones físicas y psíquicas, violencia sexual, matrimonios forzados o prematuros, mutilación genital femenina, crímenes de honor, feminicidio, esterilización forzada, aborto selectivo, víctimas de trata con fines de explotación sexual, negación del derecho a la salud sexual y reproductiva, reducción de oportunidades económicas derivadas del abandono de la educación y limitaciones sociales y civiles... Todo ello, reproduce una sociedad patriarcal que las condena a la exclusión social y económica. 

 Mariana recibió una paliza porque su entorno no aceptó que se sintiera una mujer transexual. La madre de Aisha huyó para que ella no tuviera que pasar también por una mutilación genital. Andrei luchó para que la agresión de su pareja a manos de la policía no quedara impune. A Fátima la quisieron obligar a casarse con un hombre que no amaba. Lubna sufría agresiones verbales y físicas de su marido. Abiona consiguió escapar de una red de trata… Historias reales de mujeres que nacieron en lugares muy lejanos entre sí, pero todas ellas comparten un destino: son personas refugiadas por motivos de género.

 En el mundo, 200 millones de mujeres son víctimas de la Mutilación Genital Femenina. Y son más de 70 países los que todavía penalizan con cárcel o incluso pena de muerte, las relaciones entre mismo sexo. En España, el 42% de las personas que solicitaron algún tipo de protección internacional el año pasado eran mujeres y niñas. Las personas son más que cifras, pero a veces solo las cifras consiguen transmitir la dramática realidad.

 Los peligros que recaen sobre las mujeres refugiadas no solo se dan, o necesariamente tienen que darse, en el país de origen. Si no que en muchas ocasiones las mujeres sufren violencia o se convierten en víctimas de trata durante su procese migratorio, hechos que no siempre concluyen al llegar a un país seguro.

 Este 20J, Día Mundial de las personas refugiadas, nos sobran los motivos para alzar la voz todas juntas, por nosotras y por las que no pueden hacerlo, y denunciar las vulneraciones de derecho que sufren las personas refugiadas y migrantes, en especial las personas más vulnerables como las mujeres.

Las ciudadanas y ciudadanos, entidades sociales, sindicales y políticas y los movimientos sociales madrileños hoy congregados recordamos que la mayoría de las mujeres inmigrantes que llegan ven restringidas sus oportunidades de trabajo a sectores que las hacen particularmente susceptibles a la explotación, la violencia, el aislamiento o simplemente a ocupaciones poco valoradas o informales.

Por lo que es necesario que los municipios adopten medidas para favorecer la inclusión real y efectiva de las mujeres refugiadas como;
  •  Talleres de empoderamiento a mujeres refugiadas
  •  Facilitar y reforzar el acceso a la información de ámbito laboral en distintos idiomas.
  •  Facilitar itinerarios de formación atendiendo a las características específicas de los colectivos, sus interesas, cualificación y experiencia, para lograr así sumar sus capacidades a nuestro mercado laboral.
  •  Incorporar herramientas de diagnóstico de la empleabilidad orientadas a la identificación y gestión de sus capacidades.
  •  Sensibilización en los centros de trabajo a empleados/as, en cuanto al perfil profesional y la situación legal de las personas refugiadas. Destacando su aportación positiva.

#MujeresRefugiadas, doblemente vulneradas

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