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lunes, 26 de febrero de 2018

Autoestima y Género. Sincretismo y escisión 8/9


Las mujeres nos movemos entre exigencias, alabanzas y reprobaciones que son función de contenidos existenciales modernos y tradicionales. La autoestima femenina derivada de este sincretismo genérico es muy compleja. Se caracteriza en parte por la desvalorización, la inseguridad y el temor, la desconfianza en una misma, la timidez, el autoboicot y la dependencia vital respecto de los otros. Y también por la sobreexaltación y la sobrevaloración en el cumplimiento de la cosificación enajenante, de la competencia rival o de la adaptación maleable.
Paradójicamente, al mismo tiempo, la autoestima de las contemporáneas se caracteriza también por la seguridad, la auto valoración, la confianza en las capacidades y habilidades propias, en los saberes y en las cualidades. Destacan en esta vertiente la independencia y la autonomía en varios planos. No corresponder con los valores hegemónicos se concibe como un valor positivo.
No obstante, vivir así conduce a las mujeres a experimentar sensaciones, afectos y pensamientos de escisión, al menos en hitos claves de la vida. La composición contradictoria de la identidad de las contemporáneas hace de la autoestima un conjunto de experiencias antagónicas que producen inestabilidad emocional y valorativa, y refuerza formas de dependencia vital aun cuando los afanes personales sean por la autoafirmación. Mientras más binarias sean la composición de género y la vida cotidiana, las mujeres experimentan más la sensación de estar partidas y contrariadas por necesidades e intereses opuestos pero imprescindibles. La disyuntiva es entre Yo y los otros, o entre unas necesidades y otras, unas actividades, unos espacios, un uso del tiempo y de los recursos, y otras actividades, otros espacios y otro uso del tiempo y de los recursos.
La experiencia de escisión vital integra el núcleo del conflicto interior que sintetiza las contradicciones externas producidas en las relaciones, en los ámbitos y las esferas de vida, en las ideologías y en la política. Cada mujer debe enfrentar en el mundo las contradicciones entre modernidad y tradición y, al mismo tiempo, sus propias contradicciones internas producto de esta escisión entre valores, estilos y decisiones personales basadas en la dimensión subjetiva, tradicional o moderna, y en el modo de vivir, que reproducen o replican las contradicciones externas. No es extraño, pues, que la mayoría de las mujeres afirme tener la sensación de inestabilidad y experimente a menudo cambios notables de estado de ánimo y de autopercepción. El sincretismo y la escisión de género en los procesos de vida hacen que el estado y la calidad de la autoestima sean relativos a períodos, etapas de la vida y situaciones que a cada paso redefinen el estado vital de cada mujer, según las condiciones predominantes en su experiencia.
Es evidente que las crisis y los conflictos derivados del sincretismo en la autoestima implican un doble esfuerzo vital. Muchas mujeres no logran salir de esta problemática a lo largo de su vida Porque no tienen recursos para hacerlo., lo que las mantiene en condiciones graves de sujeción, mala vida y daño. Muchas sucumben. Otras logran destrabar este conflicto por breve tiempo, pero el conflicto reaparece y se actualiza en cada crisis vital. La pérdida constante de energías vitales hace que no fluya la experiencia, y que los avances no fortalezcan de manera permanente la autoestima femenina.
Esta manera de vivir no es adecuada para las necesidades de las mujeres que se esfuerzan en preservar su integridad, en estimular el amor a sí mismas y la seguridad personal; por más, esfuerzos que hagan, no obtienen las respuestas anheladas. Por el contrario, sus condiciones de vida o sus relaciones no mejoran, se dificulta el desarrollo de su asertividad y se lesiona la conformación de una autoidentidad positiva y de una autoestima sólida.

No obstante, es sorprendente que a la par del déficit de autoidentidad y de autoestima de muchas mujeres, la fortaleza defina cada vez la identidad de más contemporáneas. No es que ellas no hayan vivido este conflicto; tampoco se trata sólo de mujeres ricas, con recursos o de posición acomodada. Son mujeres de diversas condiciones sociales, incluso precarias, con distintos grados de educación, que realizan diferentes actividades, trabajos y oficios. Son mujeres de edades y estados sexuales diversos y que pertenecen a una amplia gama cultural, nacional y étnica. La marca de identidad genérica que las distingue es que han enfrentado los conflictos del sincretismo y la escisión vital y se han movilizado para enfrentar las crisis y solucionar su problemática vital. Han convertido cada contradicción en recurso vital dinamizador, y han potenciado sus alcances. Han suturado y cicatrizado la escisión al integrar todas sus dimensiones y moverse sin antagonismos internos y sin sentirse partidas. Ha prevalecido en ellas el Yo, y desde él se relacionan con los otros. Y algo muy importante: se valoran, reconocen su propia autoridad y no se colocan en posición de subordinación.
Redefinen, a pulso, cuerpo a cuerpo, subjetividad a subjetividad, su lugar en las relaciones y en el mundo, desde la centralidad en su propia vida. Son mujeres libres aunque la sociedad no legitime sus libertades.
De mujeres así se nutre la teoría feminista de la autoestima. De ellas aprendemos maneras de enfrentar experiencias adversas o complejas, en las que despliegan la creatividad e inventan alternativas prácticas que devienen en solidez personal.

https://xenero.webs.uvigo.es/profesorado/marcela_lagarde/autoestima.pdf

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