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viernes, 6 de febrero de 2015

La ablación no tiene ningún sentido, no tiene nada que ver con la cultura ni con la religión.



Con el objetivo de que la ablación femenina (MGF) desaparezca de Kenia, el Parlamento aprobó  en septiembre  de 2011 una ley que  prohíbe expresamente. La norma entrará en vigor y a partir de ahi cualquier persona encontrada culpable de realizar la ablación en Kenia podrá ser condenada a un máximo de siete años de cárcel y a una multa de hasta 500.000 chelines (unos 3.650 euros). Si la chica muere como consecuencia de la intervención, entonces la pena ascenderá a cadena perpetua.

Más de 2,5 millones de niñas y mujeres en Kenia entre 15 y 49 años han sufrido la MGF. Esta práctica, que consiste en la extirpación de parte o de la totalidad del clítoris, se realiza sobre todo en las áreas rurales del país, donde vive la inmensa mayoría de la población. Entre las mujeres de la etnia somalí en Kenia, la práctica totalidad de las niñas sufrian la ablación cuando tienen entre cinco y diez años de edad. Los Kisii, un pueblo del oeste de Kenia, también realizaba la MGF a casi todas las niñas y, entre los Masai, más del 73 por cien de las mujeres han sufrido la ablación.
En Kenia, donde reinan la corrupción y la ineficiencia en el Estado, los ciudadanos desconfían del gobierno. En el Parlamento, las pocas leyes que no tienen problemas para ser aprobadas son las que gozan de tanta popularidad que ningún miembro osaría oponerse, como la que acaba de prohibir la ablación, o las que aumentan el sueldo u otorgan aun más ventajas a los propios diputados.
“El problema es que la MGF forma parte de las tradición en los lugares donde se practica y que, a fin de cuentas, el Parlamento aquí en Nairobi está muy lejos de todo y ha perdido el contacto con la gente en el terreno”, asegura Caroline Atieno, una mujer de 37 años y que es funcionaria en la capital.
Los motivos por los que la ablación aún se seguia  practicando  en Kenia varían según la etnia. Entre los Masai y otras comunidades pastoralistas, la ablación formaba parte de un complejo ritual que significa la conversión de niña en mujer. En la etnia somalí, la MGF se ha identificado con la religión islámica y significa pureza y castidad. En el caso particular de los Kisii, se suele practicar bajo supervisión médica y confiere prestigio a la mujer.
La ablación está enraizada en las prácticas culturales y sociales de los grupos que la realizan, y los expertos creen que, más allá de la ley, eliminar completamente la práctica de la MGF es complicado y requiere una intervención integral.
“Se trata de un rasgo cultural de ciertas zonas de África que cada pueblo acaba identificando con su propia cultura o religión”, explica Zeinab Ahmed, especialista en protección de los niños de UNICEF en Kenia y que ha dirigido campañas educativas y de concienciación sobre la MGF en el terreno.
“Pero, por ejemplo, no tiene nada que ver con el Islam, que nunca permitiría tal violación del cuerpo de la mujer o de la niña. Incluso hay un versículo del Corán que dice: ‘No debes alterar lo que dios ha creado’.”
“En general, se trata de controlar la sexualidad de las mujeres, los hombres creen que si una mujer no está circuncidada va a ser sexualmente activa y no se quedará en casa sola sino que irá e intentará transgredir su matrimonio”.
La ablación permite a las chicas jóvenes aspirar al matrimonio y que así su familia reciba una dote por parte del pretendiente, aunque en muchos casos las chicas dejan la escuela tras la intervención. Las que no están circuncidadas pueden sufrir rechazo y burlas por parte del resto de la comunidad, como le ocurrió a la propia Zeinab Ahmed. De hecho, otro aspecto cubierto por la  ley,  de la que hablamos, es que cualquiera que ridiculice a una mujer por no haber sufrido la ablación podrá ser condenado a hasta seis meses de cárcel y 50.000 chelines kenianos de multa (unos 365 euros).
Sophia Abdi, keniana de etnia somalí de 45 años y precisamente diputada en el Parlamento, es una de las que más trabajó para que la ley pudiera aprobarse. Se le carga la voz de emoción cuando empieza a contar su historia.
“Tenía siete años. Mi madre no me había contado nada sobre la mutilación genital femenina (MGF) pero mis amigas y yo habíamos oído que era muy algo muy bonito y que, si cumplías 10 años y no lo habías hecho, las otras niñas hablarían mal de ti”.
Tras tres días de preparación, varias mujeres llevaron a Abdi y a siete niñas más a un par de chozas a las afueras de su poblado, en el noreste de Kenia. Ella fue la cuarta en ser operada.
“Me llegó el turno, entré, me senté y en ese momento ya sí que estaba aterrorizada porque había oído a las otras niñas llorar. Entonces las mujeres me sujetaron, me abrieron las piernas y una de ellas empezó a cortar y cuando acabó me cosió y me llevaron a la otra habitación”, narra con rapidez.
Tras la intervención, ella y otras tres niñas comenzaron a sangrar abundantemente pero las mujeres no las atendían porque aún quedaba otras por operar. Abdi tuvo suerte: la situación llegó a oídos de su padre, que era policía y tenía acceso a un coche. Fue a por ella y la llevó al hospital en la ciudad más cercana. “Pero ya antes de que me recogiera, mi mejor amiga había muerto allí desangrada, y otras dos niñas murieron cuando yo ya me había ido”, cuenta Abdi ya sin poder contener las lágrimas.
Su historia es común entre las mujeres de la etnia somalí en Kenia, donde la práctica totalidad de las niñas sufrian la ablación cuando tenian entre cinco y diez años de edad.
En realidad, existen tres tipos diferentes de MGF, tal y como explica Clifford Omondi, ginecólogo en el Hospital para Mujeres de Nairobi. “En el grado uno, se extirpa parte o todo el clítoris, en el grado dos, se extirpan además los labios menores, y en el grado tres, se extirpan el clítoris y los labios menores y mayores”. En este tercer caso, el que se practica en la etnia somalí y el que sufrió Sophia Abdi, se cosen los dos lados de la vulva hasta dejarla prácticamente cerrada. Las herramientas usadas para cortar suelen ser cuchillas de afeitar o cuchillos de cocina y, por lo general, las personas que se dedican a realizarla son ancianas sin ningún tipo de preparación médica.
“La ablación elimina el placer sexual y conlleva que el coito sea doloroso, pero estas mujeres no se lo dicen a sus maridos y sufren en silencio”, señala el doctor Omondi. También supone más dolor durante el periodo y provoca muchas complicaciones durante el parto: “En ocasiones, el bebé tiene que desgarrar el tejido para poder salir”. Sophia Abdi admite las dificultades para su implementación: “Aún queda mucho camino por recorrer, la ley es sólo la mitad del trabajo”. Pero, al mismo tiempo, se indigna e insiste en que el gobierno y la sociedad civil deben hacer todo lo necesario para erradicar esta práctica de una vez por todas.
“Cuando pienso que hoy hay niñas que sufren lo que yo sufrí… es injusto, porque la ablación no tiene ningún sentido, no tiene nada que ver con la cultura ni con la religión. ¡No tiene ninguna base!” Además de en Kenia, la ablación aún se practica en otros países del continente como Egipto, Sudán, Sudán del Sur, Etiopía, Somalia, Guinea o Mali.
JOSÉ MIGUEL CALATAYUD, Nairobi
http://blogs.elpais.com/mujeres/2011/10/kenia-da-pasos-contra-la-ablacion-genital-femenina.html

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