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lunes, 23 de diciembre de 2013

LA MUJER COMO ENCARNACIÓN DEL MAL


Las mujeres nos preguntamos porque ese menosprecio a nuestra persona, porque esos valores machistas que impregnan la sociedad? Porque ese pretender permanentemente pensar que somos menores de edad y negarnos el derecho  a gestionar nuestras vidas
La respuesta esta en la educación que se dio o se nos quito :

FRAY ANTONIO ARBIOL Y LA FAMILIA REGULADA O LA MUJER COMO ENCARNACIÓN DEL MAL

“Soy de firme dictamen, que no conviene para la buena crianza de las hijas, el enseñarlas à escribir” Fray Antonio Arbiol

El análisis del pensamiento de fray Antonio Arbiol (1715) nos permite comprobar el cambio ideológico experimentado en las primeras décadas del siglo XVIII acerca de la concepción de la mujer. Antes, sin embargo, conviene señalar que su libro La familia regulada fue una de sus obras más vendidas, hasta el extremo de ser reeditada al menos veintiocho veces por importantes imprentas de las principales ciudades españolas, dato que da idea de su enorme aceptación, no solo comercial sino también ética y política, a lo largo de los siglos XVIII, XIX y XX.[7] Ello muestra que en la España de las reformas ilustradas, la Iglesia continuó conservando o inclusive acrecentó su papel preponderante de guía y control de la moral y costumbres que presidían la vida cotidiana. En definitiva, la obra de Arbiol contribuye a reconstruir, al igual que La perfecta casada, la historia del pensamiento elaborado por el clero, grupo social de gran influencia  en todos los estamentos sociales: la escuela, los libros, los confesionarios, los púlpitos... fueron espacios en los que la Iglesia penetró para intentar modelar la conciencia de la ciudadanía, para que esta asumiera el orden establecido sin ningún tipo de crítica social. Seguir estas pautas suponía “ser un buen cristiano”. El adoctrinamiento tenía que alcanzar a todas las clases sociales.
Desde el punto de vista historiográfico se puede constatar el modo según el cual la historia de la familia vino a complementarse con la historia de las ideas acerca del modelo familiar idóneo, que en esta época se constituyó de acuerdo con el dictado de aquellos sectores sociales que protagonizaron los discursos y la acción social. Para decirlo de forma abreviada, se trata de mostrar que la familia se construyó no solo a través de acciones concretas, sino que su existencia se configuró a través de un arquetipo constituido con supuestos morales, religiosos e ideológicos que sirvieron para establecer idealmente cómo debía ser.[8]
En tal sentido, Arbiol, a través de su obra, evidencia que el cambio experimentado en su pensamiento –y en los de su generación y predecesores- ha sido mínimo respecto del de fray Luis de León, en relación al modelo de mujer casada que socialmente es prescrito por ambos en sus discursos respectivos:

“En oyendo esta voz de su Marido, ha de obedecerle, y por ninguna causa condicional ha de pensar en apartarse de él. Si su Marido es inquieto, turbalento, y ebrioso, acuerdese que está casado con él. Si es de mala condición, feroz y desatento, considere que es su esposo. Si es disparatado, sedicioso, desamorado, e ingrato, acuerdese que ya por su Matrimonio Santo es una cosa con él, y que no es dueña y señora de su cuerpo”. (P. 81)

La buena esposa ha de desarrollar la extrema paciencia y generosidad, por encima de la del marido, para que el matrimonio tenga futuro. De la misma manera que aconsejaba fray Luis de León, ahora Arbiol dicta que la mujer ha de ser “oficiosa, y cuidadosa de su casa, y familia; sea trabajadora, y hacendosa de sus puertas adentro, hilando lino, y lana para el abrigo, y socorro de su familia, en lo que necesita de essas cosas” (P. 69), hasta el punto de acrecentar los bienes de su familia. Como virtudes de la esposa se subrayan la discreción, clemencia, abnegación, y que sea propagandista de las virtudes de su marido. La Virgen María es el modelo ideal de esposa, para Arbiol.
Aunque al marido se le aconseja que ha de tener con su mujer comprensión, paciencia, generosidad y cariño, es a ella a quien se le reclama que lo sirva de forma abnegada, discreta, a sabiendas de que ocupa un lugar secundario en la jerarquía familiar, de acuerdo con la naturaleza de su sexo. Esposa de acción constante, si bien sujeta a los dictados del marido, como enseñan las Sagradas Escrituras:

La Cabeza mystica del Varon es Cristo Señor Nuestro, y la cabeza de la muger es el Varon su marido, y dize el Apóstol. El Varon es imagen, y la gloria de Dios; y la muger es la gloria de su Varon, según lo dize, y explica el mismo San Pablo. Porque el Varon no se tomó de la muger, sino la muger se formó del Varon. Asimismo el Varon no se tomó de la muger, sino la muger por el Varon. Toda esta doctrina Católica es del Apóstol. Por eso no se ha de permitir a la muger, mande más que su marido, ni siquiera dominarlo en todo, sino que debe obedecer, y callar”. (P. 68)

En relación a las hijas, Arbiol guarda una desconfianza permanente, semejante a la que alberga de la mujer en general. Su constante reproche hacia lo femenino a causa del pecado original de Eva hace pensar en una latente misoginia. De ahí que la maldad en la mujer sea un fantasma que el fraile le adjudica por definición natural: “La maldad de la muger se conoce en la mutación de su rostro, dize el Espiritu Santo, y pues tienes la señal, no te descuides en lo que tanto te importa, porque la honra de tu hija es la tuya”. (P. 488) Quizá por ello advierte que la educación de las hijas debe hacerse con seguimiento obsesivo y como forma preventiva de evitar males mayores:

“Si tienes hijas, dize el espiritu Santo, enseñales el temor santo de Dios, y guarda sus cuerpos, no sea que te afrenten y te confundan. No les muestres alegria de rostro, sino severidad, benigna, para que no se crien libertinas, sino modestas, y muy atentas.
Antes les enseñaras a orar, que a reir, y que guarden modestia en sus ojos, para mirar con encogimiento y rubor, porque la muerte del alma entra por los ojos del cuerpo[...] para perder a los jóvenes fuera de casa, y a las doncellas hazerlas combate con sus canciones, y entretenimientos alegres”. (Pp. 487-488)

Las hijas han de ser educadas en el recato, en la resignación, en la obediencia y virtud de la virginidad, pues si la honra de las hijas es puesta en entredicho, es la honra del padre la que se está cuestionando. Si bien advierte Arbiol:

“ay algunas hijas tan inquietas, y malas, que no basta todo el cuidado de un pobre Padre para repremirlas, y seria conveniente que el Padre resuelto les escupiesse en la cara, dize el Sagrado Texto, para que ellas se confundiesen con el rubor de su fealdad, y pusiesen raya à sus malos passos”. (P. 409)

El padre es el responsable directo de la tutela de las hijas, pero es la madre quien ha de educarlas y estar sobre ellas, modelando su carácter:

“Las malas Madres acostumbran ser las mas culpadas en la perdición de las hijas, porque no las enseñan à llorar, como se les avisa Jeremìas Profeta, sino à reìr, y jugar, y después hallan el merecido de su mala crianza.
Mejor es con las hijas la severidad, que la risa, según la sentencia de Salomón, porque con la tristeza del rostro, se corrige el animo delinquente”. (P. 495)

A la madre le corresponde en la práctica diaria impedir que las hijas pierdan la virginidad en cualquiera de los sentidos. Son estas las que han de enseñarles que el sexo no ha de estar orientado al placer sino a la procreación; y que el varón es peligroso en todos los órdenes de la vida, incluido en actividades tales como la enseñanza de la lectura:

“Si la enseñanza necesaria para que las hijas aprendan à leer puede hazerse por aplicación de otra muger, no la encomienden à hombre ninguno, para que del todo se cierren las puertas; y se quiten las ocasiones aun al remoto peligro”. (P. 491)

Los libros convenientes para su lectura son los edificantes, entendiendo por ello los religiosos y morales, pero no los profanos libros de comedias. Tampoco es recomendable enseñar a las hijas a escribir: “Que soy de firme dictamen, que no conviene para la buena crianza de las hijas, el enseñarlas à escribir”. (P. 490).
A las madres se les asigna el cometido de reproducir en sus hijas su propio modelo: reprimir y canalizar la personalidad de estas, las cuales nunca deben imponer su voluntad ni ser curiosas. Muy al contrario, no han de asomarse ni siquiera a la ventana, porque pueden ser tachadas de “ociosas”, y perder su reputación y la de su padre: “Las hijas ventaneras, luego son notadas de ociosas, y bulliciosas. Acuérdense de la desgraciada hija de Jacob, que por curiosa perdiò su reputación, y puso en empeño ruidoso à toda la casa de su Santo Padre”. (P. 493)
La sencillez, el recato y la modestia han de ser los rasgos que públicamente destaquen en ellas, fundamentales frente a sus futuros destinos de esposas y madres:

“La virtud mas necesaria en la doncella, es la modestia; y conviene, que por extremada, á todos sea notoria, según la doctrina del Apóstol San Pablo. [...] Esto han de predicar las buenas madres à sus hijas”. (P. 493)

Frente a esta enumeración pormenorizada de advertencias destinadas a modelar la personalidad de las hijas, sorprende, en cambio, comprobar el apartado correspondiente a la educación de los hijos, cuyo enfoque varía radicalmente, en consonancia con el pensamiento patriarcal que empapa la mirada de Arbiol. Además de subrayar que los padres no deben interferir en la vocación de los hijos en cuanto a su elección de matrimonio o de servicio a la Iglesia, los asuntos referidos a los hijos se orientan a aconsejar acerca de cuándo es el momento adecuado para conceder al hijo parte del patrimonio del padre, el tipo de esposa que ha de elegir el hijo, la diferencia de edad de la joven y condición económica de la familia de esta –buscando siempre el equilibrio-, la belleza de esta –que no sea “extrema”, a fin de que no surjan problemas de celos o infidelidad-... En suma, la educación de los hijos es enfocada desde una perspectiva totalmente diferente a la educación de las hijas, en consonancia con un pensamiento que concede mayor protagonismo al varón -futuro ciudadano y padre de familia-, que a la mujer, cuyo futuro es el espacio de la casa y la subordinación al marido.

M. Ángeles Cantero Rosales
(Universidad de Granada)
http://www.um.es/tonosdigital/znum14/secciones/estudios-2-casada.htm


2 comentarios:

  1. para poder controlarlas,dominarlas y ejercer el poder, para eso, algo tan simple como eso..

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    1. Lo curioso es que nos han venido convenciendo . Debemos analizar y responder claro y alto . Gracias por estar pro aqui .

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