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lunes, 9 de enero de 2012

Mujeres en las revoluciones árabes de 2011





Las mujeres tuvieron un papel significativo en las luchas contra Ben Ali, en la Plaza Tahrir o en las movilizaciones en Yemen, a menudo jugando un rol dirigente.

La posición subalterna en el seno de la sociedad de la mujer en el mundo árabe está reflejada por una amplia variedad de indicadores. Las mujeres representan un 25-30% de la fuerza de trabajo asalariada en la región (28’6% en Túnez y 20’1% en Egipto), frente a una media mundial del 45%. Sólo un 6’5% de los empleados del sector público son mujeres (31% en el caso egipcio), bastante menos del 15’7% mundial. Los salarios de las trabajadoras son sensiblemente inferiores a los de los hombres. Así, la ratio salarial hombre-mujer es, por ejemplo, de un 3’5 en Túnez o 4’3 en Egipto. La presencia de la mujer en la vida política es también sensiblemente débil. Por ejemplo, el porcentaje de mujeres diputadas va del 0% en Arabia Saudi (donde no tienen derecho a voto) o el 0’3 del Yemen, al 22’8% en Túnez, pasando por un 10’8% en Marruecos o un 2% en Egipto.

La condición de la mujer es, sin embargo, muy distinta país por país. Túnez destaca en particular como el país con una mejor situación para las mujeres. Tras la independencia, el nuevo régimen impulsó medidas favorables a la emancipación femenina, con la aprobación del Cogido del Estatuto Personal (1956) que abolía la poligamia y legalizaba el divorcio, el derecho a voto (1957) y la planificación familiar (1964). Hoy en día el 60% de los universitarios son mujeres, aunque la tasa de actividad femenina es inferior a la masculina. Y, por ejemplo, el 40% de los médicos y el 70% de los farmacéuticos son mujeres.

Asimismo conviene señalar que en las últimas décadas las sociedades de los países del mundo árabe, aunque en grados distintos, han experimentado importantes transformaciones socioeconómicas que han modificado favorablemente la posición de la mujer, como la urbanización, la feminización del mercado de trabajo, la disminución de las diferencias de escolarización entre niños y niñas, la reducción de la natalidad, y la evolución progresiva del modelo de familia extensa hacia un “modelo de familia nuclear”.

El papel jugado por las mujeres en las protestas en curso rompe los estereotipos habituales sobre la mujer árabe, presentada como sumisa y sin poder alguno y recluida en el ámbito privado. La emergencia de un liderazgo femenino en las luchas en ascenso desafía, como señala Soumaya Ghannoushi, dos narrativas comunes sobre la mujer árabe: la dominante en los ámbitos islamistas conservadores que la concibe como devota esposa, madre y sexualmente pura, y la del discurso neo y social-liberal euronorteamericano, que la presenta como una pobre víctima que necesita la ayuda occidental y sus valores liberal-democráticos. Para la autora: “Este no es el tipo de mujer que ha emergido de Túnez y Egipto en las últimas semanas (...). Las mujeres árabes se rebelan contra ambas narrativas (...). Están tomando en mano de sus propios destinos, determinadas a liberarse a sí mismas mientras liberan a sus sociedades de la dictadura”.

El ascenso de la movilización popular, como es habitual, provoca cambios en la vida cotidiana de las personas y modificaciones en las relaciones entre hombres y mujeres. Varios comentaristas han señalado como el acoso sexual, un fenómeno frecuente en el espacio público en Egipto, desapareció durante los días álgidos de la ocupación de la Plaza Tahrir, y como las mujeres tuvieron un rol activo en la plaza.

Pasado el momento álgido inicial, sin embargo, la incertidumbre ha planeado sobre el futuro de las mujeres en la nueva situación. Así, la débil movilización del 8 de marzo en El Cairo terminó con un asalto de matones que instaban a las mujeres a volver al hogar. El ejército ha protagonizado episodios represivos de signo claramente machista como la realización forzada de “tests de virginidad” a mujeres arrestadas el 9 de marzo. La importante manifestación de mujeres del pasado 20 de diciembre, en protesta por la represión y el maltrato recibidos por muchas mujeres en la nueva ocupación de Tahrir marca, sin embargo, un punto de inflexión importante y supone la irrupción pública de las mujeres en tanto que mujeres como actor político visible y con reivindicaciones propias en el proceso revolucionario.

La ola revolucionaria en curso marca el despertar de un nuevo feminismo, todavía contradictorio, en el mundo árabe y la posibilidad de un cambio más sólido de los roles tradicionales de género. En cierta medida, el avance de las transformaciones en este ámbito será un termómetro (imperfecto) de la profundidad del propio proceso general de cambio social. Al igual que el conjunto de las conquistas sociales y democráticas, los avances en los derechos de las mujeres en los nuevos Túnez, Egipto o Líbia permanecen inciertos y los riesgos de involución, en un escenario de mayorías electorales islamistas y de colisión entre éstos y los restos del viejo orden como en Egipto, son muy importantes.


Las revoluciones árabes del 2011 Josep Maria Antentas

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